12. Hipnotismo

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Había hecho logos para empresas de lo más variopintas, desde galletas hasta constructoras, pero nunca había hecho nada para una discográfica y mucho menos un cartel para un concierto. Todo en ese trabajo era nuevo, pero le había gustado el reto cuando Audrey le había llamado para proponérselo dos semanas después del segundo encontronazo. Avanzó por el amplio vestíbulo hasta el ascensor, aquello era inmenso, su amiga le había dicho que fuera al tercer piso y a la derecha o que preguntara y se llevara una brújula. Las puertas del ascensor se abrieron y ante él se extendió un laberinto de pasillos, giró a la derecha y bromeó consigo mismo al pensar que al menos la brújula siempre la llevaba en referencia a uno de sus tatuajes. A los pocos pasos reafirmó su idea de que tenía un problema con los pasillos, eran tan estrechos, rectangulares, aburridos y largos, siempre se le hacían interminables, odiaba los pasillos, si existía un infierno no tenía ninguna duda de que estaría formado por pasillos.

Cuando encontró un mostrador se detuvo a preguntar, no pensaba arriesgarse a tener que recorrerlo en vano.

—Buenos días —saludó llamando la atención de la secretaria.

La joven levantó la mirada de la pantalla del ordenador con disgusto por haber sido interrumpida, hasta que sus ojos dieron con Wyatt y lo recorrió con la mirada descaradamente.

—Ahora lo son mucho más —aseguró poniendo los codos sobre la mesa y juntándolos un poco de tal modo que resaltara su busto—. ¿Puedo ayudarte en algo?

—Seguro que sí —contestó con una sonrisa. La mujer era preciosa, no veía por qué iba a hacerle el feo y era un pasillo muy largo, necesitaba algo de diversión, dejó el maletín con sus folios para los bocetos y útiles de dibujo a un lado y apoyó los brazos en el mostrador, más cerca de la secretaria—. Tengo una reunión con Audrey Town, pero sólo me soltaron en este piso y me dijeron que habría alguien que me ayudaría a llegar.

—Oh... tú eres el amigo de Audrey —dijo con sorpresa y sonrió de lado—. Me dijo que tenía que tratarte muy bien porque ibas a ayudar a nuestras nuevas estrellas —comentó poniéndose en pie—. Yo te acompañaré, este lugar es un poco aburrido.

—Sí, lo es. Gracias —agradeció observándola y cuando rodeó el mostrador le tendió una mano—. Soy Wyatt.

—Barbie —se presentó la secretaria de pelo rubio acercándose para darle un beso en la mejilla—. Es un placer conocerte, si me acompañas, Audrey estará esperando.

Wyatt tuvo que morderse la lengua con fuerza al ver que no era ninguna broma, de verdad era el nombre de la mujer, debía tener unos padres muy cabrones. Aguantó un par de pasos, pero le costaba y se dijo que no era como si ella fuera quien iba a pagarle.

—¿Y cómo le va a Ken?

La secretaria lo miró sin comprender la broma.

—¿Tenemos un amigo en común llamado Ken?

Wyatt se rio.

—No, déjalo, no importa, Barbie —contestó. Quizás los padres no eran cabrones, sino que acertaban jodidamente bien o eran igual de cortos, con gente tan lenta no merecía la pena insistir en la broma.

—Comprendo... yo también me confundo mucho con la gente —le restó importancia la mujer cogiéndolo del brazo y acariciándolo.

—¡Wyatt! Llegaste. —A lo lejos del pasillo pudo ver a Audrey, acercándose a él con pequeños saltos que hacían que las dos coletitas en las que había recogido su pelo naranja saltaran en consonancia.

—Creo que ya no me pierdo. Gracias por la ayuda —se desembarazó de la secretaria y cuando Audrey llegó hasta él le dio un abrazo atrayéndola como si igualmente la recogiera de un impacto—. Hola, Audrey. ¿Qué lugar es este? Sólo le falta un letrero que diga "highway to hell" —dijo enunciando el título de la canción de AC/DC.

Caramelo de limónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora