- Deja de llorar, ya lo hiciste - pedí.
- ¿Sabes que es lo que más me duele? Perdí a mis amigos por ti, siempre tuvieron razón.
- Si se preocuparan por ti no te hubieran dejado todo este tiempo solo, acéptalo Christopher, estás solo.
- ES LO QUE TÚ ME QUIERES HACER CREER.
- ¡Qué no grites! - dije con una bofetada.
- Anda, dame otra - desafió.
- No sabes lo que dices - reí ante su petición.
Su rabia era evidente, el niño ingenuo que parecía ser en un comienzo ya era capaz de dimensionar todo.
- ¿Puedo saber por qué a mi?
- Supongo que fue el destino.
- Vaya que injusto es en ese caso. ¿No crees? - consultó reflexivo.
- Te voy a confesar algo.
- ¿Qué?
Me senté en el suelo para sentir un poco más de comodidad, aún sentía un poco de dolor por los anteriores golpes de mi novio.
- Tú si me gustas Christopher, a diferencia de Danae contigo si fue distinto.
- ¿Distinto? Claro, solo te falta deshacerte de mi.
- No lo haré si no me das motivos, solo quiero que estés bien, cuidarte, eres mío - dije con una amplia sonrisa.
- Tengo sed, quiero un poco de agua.
Asentí, entre todo lo sucedido no había medido el tiempo que llevaba sin comer ni beber algo.
Lo miraba de vez en cuando, los cambios en su aspecto eran evidentes.
- Con cuidado.
- Siento que esto me corta la circulación, siento todo dormido.
- Lo sé, sentí lo mismo - recordé.
- ¿Me lo quitarías un momento?
- ¿Crees que soy tonto? - reí.
- Solo las manos, por favor, te juro que no haré nada. Además, tienes todo bien cerrado.
- No.
Bajó la mirada sin poder contener las lágrimas, un lado de mi odiaba verlo sufrir, otro sentía que era lo correcto.
Nos quedamos en completo silencio por un buen rato, su cansancio fue tal que caer completamente dormido fue algo sencillo para él.
Me acerqué hasta tomar el nudo de aquella tela que rodeaba sus muñecas, las marcas no pasaban desapercibidas.
- Gracias - susurró.
- Pensé que estabas durmiendo.
- Me siento mal, estoy mareado.
- ¿Quieres comer algo? Quizás puede ser eso.
- Solo quiero descansar. ¿Me llevas a la habitación?
- Ven - extendí mi mano.
- Mierda, no puedo - negó.
- Vamos, si puedes, recargate en mi.
Sentí el peso de su cuerpo sobre el mío, su estado no era el mejor.
La falta de aire me provocó un cierto desespero, quería sostener mi cuerpo pero se me hacía imposible.
- No vas a volver a ponerme una mano encima en toda tu maldita vida - dijo en lo que su brazo seguía impidiendo la entrada de aire.
- Suel...Chris.
- Debería matarte, pero no soy un asesino.
Mi cuerpo chocando en la pared me llevó directo al suelo, la tos se prolongó y solo buscaba recuperar el aliento.
Noté como intentaba soltar el nudo que le impedía caminar, ese fue el momento perfecto, mi momento.
- Te lo dije, de aquí no sales - advertí agitado.
- Estoy dispuesto a no encerrarte en la cárcel, solo déjame ir - pidió retrocediendo.
- Lo harás y en ese caso, te prefiero muerto - dije tomando aquel afilado cuchillo.