Narra Erick.
No me quejaba de aquel encuentro, quizás era el último que viviría con él y para mi sorpresa me dolía.
Aún me costaba asimilar la pronta aparición de mi ex novia, fue algo que me sorprendió pero a la vez mantuvo mi mente con algo de tranquilidad.
Era extraño mantenerme entre cuatro paredes, Christopher tenía miedo y eso lo llevaba a encerrarme.
- Necesito encontrarte - dije referente a Danae.
Por parte de mis padres tenía la tranquilidad de que no serían capaces de denunciar mis actos, sin embargo, mi preocupaciones actuales eran dos personas.
- ¿Quieres comer? - preguntó al abrir.
- Preferiría que me hagas compañía, me aburro encerrado aquí.
- Solo un momento. ¿Te sientes bien?
- ¿Por qué?
- Creo que va siendo momento de que asumas tus culpas, mañana llamaré a tus padres, prefiero que hables con ellos en persona - respondió mientras se sentaba a mi lado.
- Cómo tú quieras, si tu decisión es esa aunque me cueste la voy a respetar.
Me llevó hacia él en una especie de abrazo, Christopher era un buen chico pero demasiado ingenuo a la vez.
- Dame un momento.
- ¿A dónde vas?
- Voy por agua. ¿Quieres? - consultó.
- Quiero.
No saqué la mirada de él, al ver la puerta abierta la sensación de actuar me consumió y fue algo que no pude evitar.
Caminé lentamente procurando no hacer ruido, tomé uno de los floreros que decoraban parte de la casa y apenas sentí como se destrozó con el impacto en su cabeza, tomé un pedazo de aquellos vidrios para someterlo.
- ¡AH!
- Shhh, ni se te ocurra gritar porque te mato - advertí.
- No compliques más la situación, solo te quiero ayudar.
- ¿Mandando a tu novio a la cárcel?
- Aleja eso, no es necesario.
- Párate, vamos levántate - dije forcejeando con él.
- AYUDA, POR FAVOR.
No quería ser más violento de lo que estaba siendo, pero su forma de actuar me obligaban a recurrir a ese lado del cual él temía.
- Te lo dije - recordé con un golpe de puño.
- Lo siento. ¡Lo siento, perdón!
- Dime en donde está, habla.
- No lo sé, ya te dije que ella me buscó, no sé más - respondió en llanto.
Tomé sus manos acudiendo a lo mismo que él había implementado conmigo, necesitaba mantenerlo inmóvil y tranquilo.
- Escúchame bien, yo jamás iré a la cárcel - dije atando sus piernas.
- ¡ESTÁS LOCO! MALDITO PSICÓPATA.
- Hubiera querido que las cosas hayan tenido otro resultado, pero sabes mucho.
- ¿Q-Qué haces? Erick, no por favor - suplicó asustado.
Acerqué aquel pedazo de vidrio hasta su bello rostro, hice recorridos cortos que provocaban temor en todo su cuerpo.
- Debería matarte, pero no es tu momento, alguien está antes que tú.
- No, Erick no puedes matarla.
- ¿No? ¿Por qué?
- Solo confía en mi - pidió.
Algo había en medio de todo esto, de otro modo no me hubiese pedido tal cosa y más aún sin conocer a Danae.
- Lamento informarte que no te estoy pidiendo tu opinión - reí burlesco.
- No puedes hacerlo porque tienes un...¡AH! Erick - nombró con un llanto mezclado con dolor.
Cubrí su boca para asegurarme de que no gritara nuevamente, era un riesgo que no podía correr.
- Shhh. Haces algo y te juro que clavo esto en tu maldito cuello - dije como amenaza.
Cerré la puerta de la habitación intentando ocultar los cristales rotos, un llamado a la puerta tensó hasta lo más mínimo de mi.
- Hola, perdón quería ver si estaba todo bien, escuché unos gritos y pensé que quizás necesitaba ayuda - comentó una de mis vecinas.
- ¡Oh no! Es que mi novio se acaba de caer y creo que se lesionó la pierna - mentí.
- Si quieres puedo llamar a un médico.
- No se preocupe, llamé a uno. Pero se lo agradezco mucho, mi novio es algo imprudente.
Su convencimiento no era total, estábamos levantando sospechas y eso no me gustaba.