19. Estrellas

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Cuando los chicos completaron con éxito su primera misión, Armando les prometió a ellos un tipo de recompensa

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Cuando los chicos completaron con éxito su primera misión, Armando les prometió a ellos un tipo de recompensa.

Les dio la opción de elegir lo que ellos quisieran, teniendo a su alcance unas infinitas posibilidades a sus elecciones propias. Claramente, el mayor aclaro que serían objetos que estuvieran dentro de ciertos límites.

No iba a dejar que sus chicos manejaran tan libremente un par de explosivos.

Gracias al ideal que crearon sobre el premio adecuado, la recompensa que más resalto fue la de Wilson, quien a diferencia de sus compañeros, que habían aclamado por un poco de dinero y armas -objetos aparentemente ligados con su labor-, él pidió como recompensa un apartamento estuviera a su nombre.

Para sus compañeros fue extraño escuchar un pedido tan... personal, más al saber su aclaración: no quería el nombre de Gustabo García allí.

Con el tiempo, la impresión llena de extrañeza desapareció; ahí fue cuando supusieron que el anonimato sería mejor para tener a su nombre un apartamento. Si su jefe iba a comprarle un edificio de ese tipo, como mínimo podía ser uno lleno de lujos.

Lejos de seguir con las exigencias estimadas, Wilson no fue exigente con el aspecto de su futura vivienda. Solamente pidió un lugar que se encontrara lejano al ajetreo de la ciudad; un lugar donde la calidez y la comodidad reinaran. Donde él pudiese ser el mismo.

Esa es la razón por la que aquel apartamento estaba a su nombre.

Diferente a lo que él se imaginó en un principio, ese apartamento se convirtió en un espacio en el que compartiría más allá de la piel; se volvería con el transcurso del tiempo en un hogar para dos, un sitio especial para ambos.

Para Wilson y Armando.

Con una intimidad creada con base a su convivencia, la rutina de ambos se empezó a desarrollar lentamente. Vivieron con los hábitos del otro, dejando atrás las fuertes apariencias, permitiendo que la vulnerabilidad se asomara; dejaron que su corazón hablara por ellos, con palabras sinceras que de sus labios no podían profesar. Con paciencia, muchos roces, y muchos cambios, ambos desarrollaron una relación que iba más allá de lo cordial.

Wilson odiaba admitir lo querido que se sentía allí, con el temor de que, al admitirlo, esos momentos desaparecieran; esa atención que Armando le daba, junto a la manera en que lo resguardaba en gruesos mantos con cariño. Con los besos llenos de dulzura que protegían su fragmentado ser, haciendo la unión de los pedazos que no se juntaron por el camino.

Se volvió una compañía, un consuelo, un compañero con el que pasar el rato, con el que descubrir un nuevo mundo.

Armando se transformó en parte del mundo de Wilson, siendo quien derretía las barreras de su corazón. El chico lo sabía, que el mayor sabía leer sus sentimientos, correspondiendo a sus fuertes latidos.

𝐓𝐨𝐮𝐜𝐡 𝐦𝐞, 𝐡𝐨𝐧𝐞𝐲; 𝐆𝐮𝐬𝐭𝐚𝐛𝐨𝐰𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora