5. Distanciamiento

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Horacio, desde ya hace un tiempo, había notado que las cosas no seguían su mismo curso

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Horacio, desde ya hace un tiempo, había notado que las cosas no seguían su mismo curso.

Quizá fue desde su infancia, cuando su ideal de familia se quebrantó al vivir con el abandono, o fue cuando quiso salir del caparazón que Gustabo había construido con mucho amor para él, evitando que así se llevara una decepción más grande. A esa corta edad, entendió que la vida real no era como en la TV —cosa que lo decepcionaba fuertemente, le gustaba mucho creer que la vida de famoso era así de linda—.

Fue un abrumante choque que le golpeo sin previo aviso; como ese chico que pateo mal la pelota y le termino dando en el rostro. Aún recordaba la grotesca amenaza que recibió el chico por parte de Gustabo, quien rabiaba al ver como su rostro estaba empapado de sangre. Ese golpe, además de hacerle sangrar, hizo que se diera cuenta de los verdaderos colores de la gente.

Aprendió que los accidentes no existían, y que los niños eran peores de lo que pensaba. Y fue fuerte para él aceptar las duras palabras que le dedico el rubio, ¿Qué iba a saber él? ¡Si tenían casi la misma edad! En su momento, quiso insultar a Gustabo, tratarlo mal por hacerlo una persona ignorante. Luego entendió que quería protegerlo de lo que él tenía que vivir día a día, de la malicia que envolvía a los adultos que trataban de llevarlos por el buen camino.

Camino sus pelotas, si solo querían usarlos para compadecer a la gente y así ganar un par de monedas.

Horacio no recordaba haberle agradecido a Gustabo por todo lo que hizo por él. Quizá luego lo haría.

Porque Pérez, desde que recuerda tener memoria, solo podía recordar un estilo de vida agitado, donde la prisa reinaba todo momento. Resultaba agobiante al principio tener que renunciar a lo poco que habían logrado conseguir, a las pocas cosas que podían llamar como propias. No era justo para ninguno de ellos, destrozar su preciado castillo de arena por un aviso de una ola alta.

"El mar no tenía el derecho de reinar sobre la arena, ella también debía de recibir un trato justo"

Pero estaba hablando del mundo real. Allí no existía una balanza justa.

Aún podía visualizar a un pequeño Gustabo empujándole con fuerza, rogando que se largara de allí, pidiendo que se escondiera de los demás para que no lo encontraran. Fue beneficioso para ambos el hecho de que Pérez se hubiese criado con la mentalidad de "serás un buen niño si eres obediente". Ayudaba que siguiera con rapidez sus peticiones, así no veía lo que Gustabo debía soportar.

En medio de la huida, el pequeño Horacio pensaba "¡Obviamente seré un buen niño! De esta manera, Gustabo nunca me abandonará, seremos una familia feliz".

El Horacio adulto aún creía fuertemente en ello.

Por eso él aprendió a vivir con el cambio, aunque lo odiara con todo su corazón. Si escapaban, Gustabo podría vivir sin tormentos. Lo haría feliz. Podría verlo descansar sin el miedo de que una mano desconocida trepara por sus piernas, queriendo tomar algo de él que ya no existía.

𝐓𝐨𝐮𝐜𝐡 𝐦𝐞, 𝐡𝐨𝐧𝐞𝐲; 𝐆𝐮𝐬𝐭𝐚𝐛𝐨𝐰𝐥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora