Timothée paseaba por su despacho con la vista fija en la agenda abierta de su mesa. Había contado los días desde la última vez que vió a Jane hasta parar en el cuatro de febrero.
—Ni muy pronto ni muy tarde —murmuró. Diez días eran un periodo razonable.
Dejó de pasear y miró el teléfono. ¿Por qué no llamarla y acabar de una buena vez? Se sentó en su mesa, marcó el número de Lisa y esperó.
—¿Diga?
—Hola, John, soy Timothée Chalamet.
—Hola, Tim. ¿Cómo estas?
—Bien. ¿Está Jane por ahí?
—Espera un momento. Está ayudando a Lisa con la cena.
Timothée escuchó a John gritar el nombre de Jane y un momento después el ruido sordo de una mano en el auricular.
—¿Hola? —dijo al fin la voz de ella.
—Hola. ¿Qué tal?
—Bien, Tim. ¿Y tú?
El decidió ignorar la pregunta e ir directo al grano.
—Tienes planes para San Valentín?
Hubo un silencio y Timothée contó los segundos. Le pareció que pasaba una vida, pero en realidad sólo había contado hasta tres cuando ella volvió a hablar.
—No.
—¿Quieres salir conmigo? Podemos ir a cenar y a bailar. Te gusta bailar, ¿no?
—Sí.
Timothée gimió en su interior. Aquello no iba bien en absoluto. Jane no se mostraba entusiasmada precisamente.
—¿Qué me dices?
—De acuerdo. Puede ser divertido. A qué hora?
—Te recogeré a las siete. ¿Te parece bien?
—Muy bien. Hasta entonces, Tim.
—Adiós —colgó el teléfono y apoyó la frente en la superficie fría de su mesa.
—¿Se encuentra bien?
Timothée levantó la vista, con la barbilla apoyada en la mesa. La señora Arnstein estaba de pie en la puerta.
—Estoy bien —contestó— Creía que ya se había marchado.
—Esperaba al agente de viajes con el billete para Denver —entró y dejó el billete de avión en la mesa— Sale el lunes por la mañana y vuelve el sábado a media tarde.
—Creía que volvía el viernes. El sábado es San Valentín.
—Han llamado para cambiar la reunión del viernes con los arquitectos por una cena. Dicen que se prolongará y no he podido conseguir vuelo para el sábado por la mañana. No sabía que tuviera planes para San Valentín.
—Supongo que llegaré a tiempo.
—¿Algo más? —preguntó ella.
—Sí. ¿Conoce un buen lugar para ir a bailar en esta ciudad? Y me refiero a un sitio anticuado, con banda de música que toque canciones antiguas románticas. Un lugar para bailar lento.
La señora Arnstein sonrió.
—Ahora mismo no se me ocurre, pero puedo indagar.
Salió del despacho y Timothée se recostó en su silla y enlazó las manos detrás de la cabeza. La cena era fácil, conocía unos cuantos restaurantes buenos. Su secretaria trabajaba en el aspecto del baile.
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Legalmente suya (Timothée Chalamet)
RomanceCuando Timothée Chalamet preparó un contrato matrimonial entre Jane Singleton y él, ella supuso que sólo estaba bromeando. Pero no pensó lo mismo cuando seis años más tarde Timothée se presentó a su puerta para formalizarlo. ¿Qué podía hacer ella pa...