---Dime otra vez por qué estamos aquí ---musitó Timothée.
Jane apretó su mano con fuerza y tiró de él hacía las escaleras mecánicas que llevaban al segundo piso de Bloomingdale's. Odiaba ir de compras y aquel viaje iba a ser una tortura, pero había que hacerlo.
---Lista de bodas ---musitó.
Timothée tenía que derrumbarse antes o después y la lista de bodas había hecho tambalearse a más de una pareja.
Los planes de boda habían empezado con fuerza desde la visita de su madre. Selma llamaba todos los días aunque, para alivio de su hija, había decidido que necesitaban un año por lo menos para planear el gran acontecimiento, lo que les daba tiempo de darle la mala noticia antes de que nadie gastara mucho dinero.
---Creía que no querías casarte conmigo ---musitó Timothée.
Jane lo miró con los brazos en la cadera.
---Es sólo para tranquilizar a mi madre. Mirará nuestra lista y nos dará su consejo sobre lo que falta. Podrá opinar sobre la porcelana francesa, copas de cristal y tenedores de postre.
Timothée se encogió de hombros.
---¿Así que nosotros les decimos que nos vamos a casar y ellos nos dicen lo que necesitamos?
---No, nosotros les decimos lo que queremos de regalo de boda ---explicó Jane---. Lo elegimos todo y, cuando alguien quiera comprarnos un regalo, viene aquí y mira la lista que hemos hecho.
---Bien ---repuso él---. Eso me gusta. Así no acabaremos con diez tostadoras y una lámpara espantosa.
---No acabaremos con nada ---le recordó ella---. Esto es solo un ensayo porque no he decidido casarme contigo.
---Todavía ---añadió él. Le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia sí---. Pero te gusto mucho, ¿verdad?
Jane pensó que no sabía hasta qué punto acertaba. Sí, le gustaba mucho. Cada día le costaba más trabajo convencerse de que no era el hombre más perfecto del mundo... hasta que se recordaba que todas sus novias habían pensado lo mismo antes de que las dejara confusas y con el corazón roto.
---Eres un gran tipo ---admitió---. Y no soy inmune a tus encantos.
---Y todavía no he sacado mis mejores armas.
Jane se preguntó qué querría decir con eso. Juntos recorrieron los departamentos de porcelana y de cristal. Había tanto dónde elegir, que a Jane le dolía la cabeza solo con pensar en ello.
---Empecemos por algo fácil ---sugirió---. Sábanas y toallas.
Timothée la siguió al departamento de ropa del hogar. Jane lo miró por encima del hombro y vio que fruncía el ceño ante las largas hileras de toallas de baño y de distintos colores. Eligió una rosa brillante y se la mostró.
---Ésta ---dijo Jane.
Él la miró con aire dudoso.
---Para ti puede, pero yo no pienso envolverme en esa cosa cuando salga de la ducha ---tomó una toalla azul marino---. Yo quiero esta. Por lo menos con este color sí me puedo mirar en el espejo.
Jane intentó no imaginárselo desnudo envuelto en una toalla. Tragó saliva y pensó si allí tendrían toallas transparentes.
---Tenemos que elegir solo una ---dijo-. El matrimonio es eso. Pensar como uno. Hay que aprender a ceder.
---Sí , claro, ¿y tengo que aceptar toallas rosa chillón?
---Son color sandía, no rosa chillón. Y si estuvieras seguro de tu masculinidad, no te preocuparía tanto qué toalla usas.
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Legalmente suya (Timothée Chalamet)
RomanceCuando Timothée Chalamet preparó un contrato matrimonial entre Jane Singleton y él, ella supuso que sólo estaba bromeando. Pero no pensó lo mismo cuando seis años más tarde Timothée se presentó a su puerta para formalizarlo. ¿Qué podía hacer ella pa...