CAPITULO DOS

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No había mucho tráfico y, quince minutos después, había llegado a su destino.
Aparcó delante de un edificio pequeño de oficinas, pero le costó decidirse a salir del coche.

—Esto es una locura —murmuró—. Puede estar casada o saliendo con alguien. No puedo presentarme así y esperar que se alegre de verme.— se disponía a poner el coche en marcha de nuevo cuando vio una figura que salía del edificio. Reconoció inmediatamente su cabello moreno y su aire delicado. Jane se detuvo en la acera para hablar con una rubia esbelta que le resultaba vagamente familiar y un momento después se despidieron y Jane cruzó la calle hacia el coche de Timothée.
Éste abrió la puerta, sin detenerse a pensar lo que hacía, y salió.

—¿Jane? —la joven se detuvo y lo miró—. ¿Jane Singleton?

—¿Timothée? —una sonrisa iluminó el rostro de ella—. Eres la última persona a la que esperaba ver aquí.

—Me ha parecido que eras tú —dijo él, fingiendo sorpresa. La miró detenidamente. Era la misma Jane pero diferente. Sus rasgos, antes corrientes, se habían vuelto más hermosos. La última vez que la vió tenía diecinueve años, pero ahora era una mujer.

—¿Qué haces aquí —preguntó ella.

Timothée cerró la puerta de su coche.

—Iba a... calle arriba a un restaurante —estiró el brazo y le tomó la mano y, aunque lo había hecho sin darse cuenta y no había sido su intención tocarla, en ese momento comprendió lo mucho que la había echado de menos.

Jane había sido una constante en su vida durante dos años, una amiga que siempre estaba allí cuando la necesitaba. Sintió una punzada de remordimientos. Nunca se había molestado en darle las gracias ni en devolverle los favores que le había hecho. Miró su mano y paso despacio el pulgar por la muñeca.

—Me alegro mucho de verte.

Ella se movió nerviosa y apartó la mano.

—¿Qué restaurante? —preguntó.

—¿Qué? Oh, no sé el nombre —repuso él—. Sólo sé que está en esta manzana —sonrió—. Estás muy bien. Ha pasado mucho tiempo. ¿Qué es de tu vida?

—Mucho tiempo —repitió ella—. Sí casi seis años. La última vez que te vi, fue el día que te licenciaste en Derecho. Dijimos que estaríamos en contacto, pero ya sabes lo que pasa... estamos muy ocupados y...

—Siento que no lo hayamos hecho —musitó él con sinceridad.

—Yo también.

Timothée sintió el impulso de abrazarla y cerciorarse de que se trataba de ella.

—¿Sabes? —dijo—. Falta media hora para que tenga que ir al restaurante. ¿Por qué no tomamos un café?

Jane retrocedió.

—No puedo —repuso—. Llego tarde a una cita. Pero ha sido un placer verte, de verdad.

—¿Y cenar? —insistió Timothée—. ¿Este fin de semana? Hay un restaurante asiático nuevo en el centro. ¿Te gusta la comida asiática, ¿no?

—Este fin de semana no me viene bien —dijo ella—. Oye, me he alegrado mucho de verte.

—¿Comer? —preguntó él—. Seguro que comes.

—Nunca tengo tiempo —lo despidió agitando la mano y se alejó por la acera sin volverse.

Timothée de quedó al lado del coche, sorprendido de lo deprisa que había terminado todo. Se quedó mirándola hasta que dobló la esquina.

Legalmente suya (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora