El dormitorio de Jane estaba lleno de cajas. Miró el lado del armario donde guardaba la ropa de verano y pensó qué podía hacer con aquellas prendas.
—Las guardaré en un almacén —murmuró.
Lisa tomaba un café sentada en el borde de la cama y la observaba.
—Estás loca. ¿Se puede saber qué te ha dado? —levantó una mano—. Espera, no contestes. Yo sé lo que te ha dado. Un virus llamado Timothée Chalamet. ¡Y yo que pensaba que al fin te habías curado!
—Lo que me ha entrado es sentido común —repuso Jane. Tomó un montón de blusas bien dobladas y las dejó en una caja vacía.
Había pasado dos noches dando vueltas en la cama, considerando sus alternativas, pero lo que al fin la forzó a decidirse fue una llamada del mecánico que le dijo que tenía que cambiar unas piezas de su coche de nueve años, reparación que ella no podía pagar, y menos si tenía que pagar a un abogado que la librara del ridículo contrato con Timothée.
—¿Sentido común? —gruñó Lisa—. ¿Qué tiene de sensato irse a vivir con Timothée?
—No sólo me voy a vivir con él. Digamos que estoy prometida con él.
Lisa abrió mucho la boca.
—¿Prometida?
Jane miró el montón de blusas que tenía que empaquetar.
—Creía que podía obligarlo a renunciar a su estúpido contrato, pero las cosas no salieron como yo planeaba.
—Jane, no puedo creer que ese contrato sea vinculante. No puede obligarte a casarte con él.
—Esa no es la cuestión. Luchar con él me costará un dinero que no tengo. Además, esto me viene bien. Tendré un sitio para vivir mientras nos recuperamos y dentro de tres meses rompemos el contrato y no tendré que volver a pensar en Timothée Chalamet —miró a su amiga—. Sólo tres meses, Lisa. Nos esforzaremos con el negocio, haremos dinero suficiente para pasar el invierno y en marzo volveremos a empezar.
—Te dije que podías venir a vivir con John y conmigo. El sofá es muy cómodo.
—No, no podía.
—¿Y con tus padres tampoco?
—Sería muy pesado ir y venir desde Staten Island a la ciudad. Y no quiero hablarle a mi madre de nuestros problemas. Siempre ha querido que renuncie a mi negocio y busque marido. Si se entera de que estamos a punto de quebrar, tendrá a todos los médicos solteros de Nueva York haciendo fila en mi puerta.
—Tiene que haber otra solución.
—¿Qué alternativa tengo? Si me mudo con él, gano tiempo.
—Jane, éste no es un hombre con el que deberías vivir. Tú sabes cuánto te costó olvidarlo la otra vez. ¿Estás dispuesta a saltar de nuevo al fuego?
—Ahora soy una persona diferente. Lo veo como es en realidad.
—¿Y cómo es? ¿Un hombre guapo, sexy y triunfador? —Lisa se llevó las manos a las mejillas con fingido horror—. ¡Oh! Comprendo que te vaya a repeler. ¡Qué pesadilla!
Jane sonrió.
—Sí, es sexy, pero nada a lo que no pueda resistirme.
—Nunca pudiste —dijo Lisa—. Pero seamos sinceras, Jane. Timothée Chalamet siempre te hizo sentir como un plato de segunda mesa. Él se dedicaba a conquistar a otras y tú esperabas las migajas que quisiera arrojarte.
Jane suspiró con suavidad. Sabía que su amiga tenía razón, su instinto le decía que estar cerca de Timothée era peligroso, pero sentía la necesidad de probarse que no era la misma chica de seis años atrás, que ahora era una mujer y sabía que las cosas habían cambiado. Los sentimientos fraternales que Timothée hubiera podido albergar por ella en el pasado ya no estaban allí. Se notaba en su modo de mirarla. Había algo más que que amistad y ella quería saber qué era exactamente.
—Ya no soy aquella chica tonta —musitó.
—Y él no es el estudiante guapo que vive abajo. Imagínate esto. Te despiertas por la mañana, entras en el cuarto de baño y te lo encuentras saliendo de la ducha mojado y desnudo. O te levantas por la noche por un vaso de agua y él está dormido en el sofá en calzoncillos con el pecho desnudo y brillando a la luz de la televisión. Sí, has madurado. Eres una mujer y él, un hombre. Y no me digas que no lo has imaginado desnudo y... excitado —Lisa se llevó una mano al corazón y suspiró—. La cercanía puede destruir hasta las resoluciones más firmes.
—Pero yo tengo un plan —dijo Jane.
—¿Cuál? ¿Llevar una venda en los ojos y un cinturón de castidad durante tres meses?
-—No. Me entregaré a mi papel de esposa y le demostraré que soy la última persona con la que quiere casarse. Tal vez ni si quiera necesite abogado. Después de tres meses, estará más que contento de enseñarme la puerta.
Lisa lanzó un gemido y se cubrió el rostro con las manos.
—Eso no funcionará. Te conozco y sé que serías una esposa excelente —se tumbó de espaldas en la cama y miró el techo—. Sabes cocinar y hornear y eres una buena decoradora. Hasta sabes hacer cortinas. No tengo dudas de que podrás preparar una cena para doce personas con solo 24 horas de aviso.
—¿Ves? Todo el tiempo que pasó mi madre entrenándome sirvió para algo —se burló Jane. Se subió a la cama y cruzó las piernas ante sí—. Sé cómo ser la esposa perfecta, pero también sé cómo ser una mala esposa, una esposa horrible y gruñona que no cocina ni limpia y que cree que el rosa chillón es el mejor color para la decoración de interiores.
—¿Qué? —Lisa frunció el ceño, pero no tardó en comprender lo que trataba su amiga—. ¡Oh! —se sentó en la cama con una sonrisa—. ¡Oh, eso sí que es un plan!
Jane sonrió.
—Lo sé. Es sencillo y brillante, ¿verdad?
—Hazlo desgraciado y no tendrá más remedio que prescindir de ti. No sabía que fueras tan retorcida.
—Cree que me conoce, pero no es cierto. Seré una prometida infernal, la mujer que le haga la vida imposible.¿Quieres que hagamos apuestas sobre el tiempo que tarda en echarme?
Lisa dejó de sonreír.
—Eso no es lo que me preocupa —contestó—. Me preocupa que, cuando veas lo que es vivir con Timothée, tú no quieras irte.
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Legalmente suya (Timothée Chalamet)
Roman d'amourCuando Timothée Chalamet preparó un contrato matrimonial entre Jane Singleton y él, ella supuso que sólo estaba bromeando. Pero no pensó lo mismo cuando seis años más tarde Timothée se presentó a su puerta para formalizarlo. ¿Qué podía hacer ella pa...