CAPÍTULO DOCE

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Timothée abrió los ojos despacio a la luz de la mañana que entraba por los huecos de las cortinas de su cuarto. Suspiró con suavidad y comenzó a recordar lo ocurrido la noche anterior. Tendió la mano al otro lado de la cama y le sorprendió encontrarlo vacío y frío.

Se tumbó boca abajo y sonrió adormilado. Tal vez a ella le apeteciera largarse a escondidas, pero no siempre sería así. Después de lo que habían compartido, sabía que habría un momento, quizá en un futuro muy cercano, en el que preferiría dormir y despertar en sus brazos.

Acercó la almohada a su cara y respiró hondo. El aroma de ella hizo acudir los recuerdos a su mente. Siempre se había considerado un experto en los deseos de las mujeres, pero Jane era distinta. A veces se mostraba distante y otras le arrancaba la camisa y lo tocaba de modo provocativo.

Su reacción ante ella lo había tomado por sorpresa, aunque sabía que era la mujer más sexy que había conocido. Con Jane había sentido algo diferente, una conexión que hacía que su pasión fuera aún más intensa. No era virgen, desde luego, pero nunca una noche le había parecido tan nueva y tan excitante como con ella.

Se colocó de espaldas y se tapó los ojos con el brazo mientras sonreía. Lo  que había empezado como un simple contrato entre amigos había dado paso a una madeja tan complicada que era imposible deshilarla , una madeja formada por los sentimientos de ambos, los motivos que los juntaban y los secretos que podían separarlos.

Jane no lo amaba y eso le dolía. Por primera vez en su vida, quería que una mujer se enamorara locamente, que lo mirara como si fuera el único hombre del universo. Pero cada vez que lo miraba a los ojos, leía en ella una duda y aprensión.

Maldijo su decisión de utilizar el contrato contra ella. Quizá, si se hubiera esforzado por conquistarla de otro modo, ella podría haber aceptado una cita y, cuando hubiera pasado un tiempo apropiado, habrían decidido irse a vivir juntos. El matrimonio hubiera sido la consecuencia natural de todo ello.

---Matrimonio ---musitó.

Unos meses atrás, esa palabra le había dado miedo y, sin embargo, ahora le gustaba la idea. Se imaginaba casado con Jane, construyendo una vida con ella. Los sentimientos que crecían en su interior eran los bastante fuertes como para ahogar sus dudas sobre un compromiso de por vida. Suspiró. Por primera vez desde el ultimatum de su padre, pensaba que podía tener razón. Tomarse la vida en serio podía ser algo bueno.

Oyó el timbre de la puerta y frunció el ceño. ¿Quién podía ser tan temprano? Se puso unos pantalones y la camisa del día anterior. Mientras se vestía, vio la ropa de Jane esparcida por el suelo. Se detuvo a recoger las bragas de encaje, lo guardó en el puño y bajó corriendo las escaleras.

---Buenos días ---dijo Selma animosa, en cuanto le abrió la puerta.
Timothée que esperaba encontrarse con Jane, la miró sorprendido.

---Hola. Jane se ha ido ya a trabajar.

La expresión de la mujer se hizo más seria.

---Me está evitando ---declaró---. La presiono demasiado ---sonrió con aire de disculpa ----. A veces me dejo llevar por el entusiasmo.

Timothée cerró la puerta y se dió cuenta de que llevaba las bragas de Jane en la mano. Las guardó rápidamente en el bolsillo de atrás y siguió a la mujer a la cocina, donde Selma empezó a preparar café en el acto.

---Está muy ocupada en el trabajo.

---¿Sabes si va a seguir trabajando cuando estén casados?

Timothée se encogió de hombros.

---No hemos hablado de eso.

---El matrimonio requiere una gran cantidad de tiempo y de compromiso. Mi marido y yo estamos juntos sólo por un motivo, hemos trabajado mucho en nuestra relación. No me interpretes mal, el matrimonio es algo maravilloso. Es como un jardín, lleno de flores hermosas y aromas seductores pero tiene sus estaciones, sus épocas buenas y malas. Y a veces la maleza y los mosquitos lo cubren todo y ya no puedes ver la belleza. Hay que cuidar el jardín, hijo. Arrancar la maleza y fumigar contra los mosquitos. ¿Comprendes lo que digo?

Legalmente suya (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora