Una más

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Entre la bruma del sueño, Suga escuchó la puerta cerrarse suavemente. Un «clic» casi imperceptible que logró alterar el sueño tan ligero que había estado padeciendo últimamente. Sabía que se trataba de su padre. Todas las mañanas lo visitaba antes del trabajo. No lo despertaba, ni si quiera dejaba una nota, pero estaba allí y de alguna manera eso lo hacía sentir protegido. Un poco menos solo.

Desde la charla que habían tenido sobre su madre y el sorpresivo hecho de que había muerto por hanahaki, no habían hablado mucho y estaba bastante bien para él. Koushi no sabía como sentirse al respecto ahora que sabía sobre la infidelidad de su padre. Porque sabía que había pasado mucho tiempo desde aquello, que él como hijo no debía involucrarse, que al final había sido decisión de su madre no operarse para sobrevivir, pero el pensamiento de «por su culpa ella no está» no dejaba de asaltarlo y era difícil mirarlo a la cara sin recordar los fines de semana familiares donde todo parecía tan perfecto que era casi irreal.

Y tal vez sí lo era.

Ahora Suga se cuestionaba muchas cosas. Se cuestionaba sus memorias y la imagen que tenía sobre ellas. Para él, sus padres habían sido una pareja muy enamorada y feliz. Tanto que siempre soñó con tener algo igual. Siempre pensó que el repentino cambio de personalidad de su padre se debió a lo mucho que amó a su mamá y a la tristeza que le causó su pérdida, pero ahora no podía evitar pensar que más que eso era culpa. Porque tal vez... tal vez no habían sido tan felices como él lo recordaba y su padre había tomado malas decisiones y al final todo había salido mal.

No lo odiaba. No podía odiarlo. Porque era su padre y de cierta manera todos los recuerdos que tenía de él le hacían feliz, pero había rencor y Koushi nunca supo cómo manejar ese tipo de emociones. En cualquier caso, que las cosas volvieran a cómo eran entes —hablar poco, verse a veces— era un tipo de alivio. Tal vez después, con el tiempo, Suga se concentraría en sanar esas heridas, pero por el momento, tenía los brazos llenos de otro asunto.

Daichi no había ido a visitarlo desde que se le había confesado de esa forma tan forzada, pero se había mantenido en contacto por medio de mensajes que él no había tenido el valor de leer. Sabía por Asahi lo ocupados que estaban ahora que irían a las nacionales. Horas de entrenamiento extra, incluso durante los fines de semana, pero, además, los de tercer año tenían que lidiar con los exámenes finales si es que querían graduarse. Suga los envidiaba un poco por poder llevar sus vidas tan normalmente. Él ni si quiera estaba seguro de poder llegar a los exámenes finales.

A veces, cuando podía dormir un poco, soñaba que todo volvía a la normalidad. Que asistía a clases, que comía los almuerzos con sus amigos, que asistía a los entrenamientos y era titular en los partidos. Que no se estaba muriendo, que no sentía nada por Daichi además de cariño fraternal y que cunado él le decía que estaba saliendo oficialmente con Michimiya, podía alegrarse y seguir con su vida. Pero sólo eran eso, sueños, y por más que deseara que se volvieran realidad, no iba a ser tan fácil.

Koushi suspiró pesadamente, cansado de todo, incluyendo su propia existencia. Le dolía el cuerpo por tener que estar en la cama todo el tiempo. Le ardían los pulmones a causa de su enfermedad, pero sobre todo, sentía el alma completamente pisoteada. Jamás había sido tan pesimista en su vida, jamás se había sentido tan sobrepasado. Él no era de las personas que se rinden fácilmente, pero después de meses y meses en la misma situación, su fuerza mental comenzaba a decaer.

A veces, incluso sentía que estaría mejor muerto.

Y no le gustaban esos pensamientos, pero parecía la salida rápida y su cerebro estaba tan cansado que lo veía como una opción e intentaba convencerlo de que la tomara porque; ya no quiero que papá se preocupe, no quiero que Daichi se sienta obligado a amarme, no quiero que la sociedad me juzgue y extraño mucho a mamá.

Lágrimas y flores para un amor no correspondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora