Buenas noticias y pizza caliente

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—Parece que todo está en orden, Sugawara-kun.

—¿Significa que...?

—Sí, no queda ni una sola flor dentro de tus pulmones. Felicidades, oficialmente has superado el hanahaki.

Suga sonrió abiertamente y miró a Daichi quien, tan emocionado como él, lo abrazó eufóricamente, soltando un grito de júbilo que se mezcló con el suyo. La noticia se sintió como si hubieran ganado juntos las nacionales. Como si hubieran logrado el punto ganador contra el equipo más fuerte de la prefectura. Como si hubieran hecho el mejor bloqueo de la historia.

Koushi había esperado ese momento por mucho tiempo. Cada visita mensual al hospital había deseado escucharla, pero el hanahaki no era una enfermedad fácil de tratar, incluso si ya no se tenían razones para padecerla. Y él fue paciente, mucho. Usaba su inhalador y tomaba sus medicinas. Iba a sus chequeos y hacía sólo los esfuerzos suficientes como para no perder el aliento y no entrar en crisis. Y con el tiempo la mejoría había sido palpable; menos cansancio, respiración regular, recuperación de su peso normal, tez saludable y cabello fuerte. Pero no fue hasta que lo escuchó que se volvió real.

Había tenido que transcurrir un año para llegar a ese diagnóstico. Un año complicado por los cambios en su vida; nueva escuela, nuevo hogar y nuevo trabajo. No fue fácil, pero la mayoría del tiempo ni si quiera recordaba haber estado tan enfermo alguna vez. El haber pasado meses enteros escupiendo flores y sangrando al hacerlo se sentía como una pesadilla que con el paso del día se disolvió hasta desaparecer.

El médico sonrió contagiado por su efusividad y se puso de pie para despedirlos. Ambos muchachos le siguieron aún con unas sonrisas que bien podrían haber opacado al sol y salieron del consultorio agradeciéndole al hombre, no sin antes prometer que, si algo se complicaba, volverían. Aunque Suga estaba seguro de que no sería necesario.

—Esto tenemos que celebrarlo —dijo Daichi—¿Qué te apetece comer? Yo invito.

—Creí que tenías que volver a la academia después de esto —Suga respondió arqueando una ceja.

—Al diablo con la academia. Mi novio se ha curado por completo y quiero celebrarlo con él.

Koushi soltó una carcajada.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi novio? El jamás se saltaría la escuela.

—Tu novio a veces puede ser rebelde también —le respondió un poco ofendido.

—Ajá. Como cuando... Y no olvides cuando... ¡Ah! Y cuando...

—¡Koushi!

—Bien, bien. Estoy jugando. ¿Por qué no vamos a mi apartamento y pedimos una pizza?

Daichi asintió y juntos tomaron el bus. Ninguno de los dos tenía la estabilidad económica para comprar un vehículo, pero Daichi estaba ahorrando para una motocicleta. Tampoco era que les molestara viajar en transporte público. Era lindo poder ir sentados juntos, acaramelados mirando por la ventana el pintoresco paisaje de Miyagi y haciendo gestos extraños a las personas que los miraban por demasiado tiempo con mala cara.

—Asahi escribió —dijo Suga entonces— Dice que podrá venir el próximo fin de semana para ver el partido de Karasuno. Me preguntó si podía quedarse en mi apartamento y le dije que era tan pequeño que era imposible que pudiera entrar por la puerta principal. Creo que lo hice llorar.

—Deja de molestar a nuestros amigos.

Koushi simplemente se encogió de hombros y cambió de tema.

—Vivir en Tokio no debe ser barato —reflexionó.

—¿Te gustaría mudarte allí? Al terminar la universidad, quiero decir.

Lágrimas y flores para un amor no correspondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora