La voz del profesor se escuchaba lejana. El sonido del gis sobre la pizarra se sentía como un sueño. Era la última clase del día, matemáticas, para ser más exactos. No era una materia en la que Suga pudiera darse el lujo de tener la cabeza en las nubes. Los temas de último grado eran complicados, pero hacía días que simplemente no podía concentrarse en nada; ni en la escuela, ni en los deberes domésticos, ni en el voleibol. Estaba demasiado asustado como para mantener su vida normal.
Asustado de comenzar a escupir flores en cualquier momento.
Había pasado una semana desde que el primer brote salió. La confusión que Koushi sintió en ese momento no podía compararse con nada, simplemente no entendía cómo era posible. Al principio pensó que tal vez todo era parte de una extraña confusión, pero conforme pasaban los minutos, aquella idea se iba desvaneciendo dentro de su cabeza. La flor estaba allí, en sus manos, la había sentido resbalar hacia afuera por su garganta y aterrizar en sus palmas. Realmente había sucedido.
Durante los primeros días no supo que hacer. Pasó el fin de semana preocupado, pero al mismo tiempo sin idea de si debía hablarlo con alguien. La situación con su padre era complicada y tampoco se sentía con ánimos se acercarse a Daichi en privado. Sin embargo, cuando el segundo brote salió de su boca, cuatro días después del primero, fue que comenzó a sentir miedo. Miedo de verdad.
Cuando Suga era pequeño, su madre solía decirle que no debía tragarse las semillas de la sandía o germinarían en su estómago y entonces crecerían sandías en su interior. Él lo había creído, por supuesto, no tenía razones para no hacerlo y cada que comía sandía durante el verano, se aseguraba de separar correctamente las semillas. ¿Tenía esto algo que ver con su reciente situación? Koushi no recordaba haber tragado semillas de rosas amarillas.
Al inicio, confundido como estaba, Suga había decidido esperar. No tenía caso negar el hecho de que realmente había esperado que todo fuera un error; una mala jugada de su mente, pero no había sido así y ahora buscar ayuda de un profesional era primordial. No había querido buscar nada en internet, demasiado preocupado de ser diagnosticado con algo erróneo, así que, aunque estaba asustado, también estaba curioso de saber que estaba pasando.
Sin embargo, además de escupir flores como si se tratara de un caramelo mal comido, no había otra señal de que algo estuviera mal. Sí, la situación estaba afectando su rendimiento escolar y deportivo, pero físicamente su cuerpo parecía estar bien. No le dolía nada, no había otros síntomas como fiebre o dolor en el estómago y definitivamente él no sentía nada diferente a excepción de su incapacidad de ver a Daichi a los ojos, pero ese era otro asunto.
Así que había decidido acudir al hospital. Ellos le habían dado una cita para esa misma tarde, así que tendría que faltar a la práctica de ese día. No le había mencionado nada a sus compañeros o al entrenador. Takeda-sensei sabía que por razones personales tenía que ausentarse, pero nada más. Hasta que él mismo no tuviera respuestas, no quería preocupar a los demás. Tal vez no fuera nada, tal vez...
La campana de la escuela sonó y todos se pusieron de pie. Después de despedir al profesor, cada uno de los alumnos se dedicó a guardar sus cosas. Como siempre, Daichi se paró junto a Suga y lo esperó pacientemente mientras el de cabello platinado buscaba en su cabeza lo que le diría para que le dejara marchar sin muchas preguntas.
Asahi esperaba en la puerta.
—¿Listo? —le preguntó y él, cuidadosamente, negó con la cabeza.
—Lo siento, surgió algo y tengo que irme antes —respondió de tal manera en que no tuviera que mentir. Ya se sentía demasiado mal guardando sentimientos extraños por su mejor amigo, no quería agregar mentiras a eso—. Takeda-sensei lo sabe, así que no hay problema.
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Lágrimas y flores para un amor no correspondido
Fiksi PenggemarDaisuga |Hanahaki Disease| Cuando la felicidad de ver a la persona que añoras se vuelve un sofocante dolor en el pecho y las sonrisas se transforman en lágrimas, sabes que has enfermado de amor. Los buenos recuerdos se convierten en tragedias y todo...