Todo estaba oscuro a su alrededor. Oscuro y vacío. Tan oscuro que Suga no podía ver la punta de su propia nariz. Sin embargo, no era la oscuridad lo que le hacía sentir increíblemente intranquilo, demasiado abrumado. No, era algo más. Algo mucho más profundo, algo que le hacía sentir observado y solitario al mismo tiempo, como si fuera todo y nada, los dos cosas a la vez. Como si su existencia se balanceara sobre la línea de lo real y lo imaginario.
El muchacho permaneció quieto en el mismo lugar en el que había aparecido repentinamente, por largos minutos que le parecieron horas. No sabía si estaba de pie o si estaba sentado, no podía sentir sus propias extremidades, ni las posiciones de éstas. Tal vez no tenía, tal vez simplemente era su existencia incorpórea, permaneciendo. Llegó a esa conclusión de manera extraña, pero eso no le explicó por qué le dolía tanto el... todo. SÍ, había dolor había materia, o eso creía, a esas alturas ya no estaba tan seguro.
Su mente era una maraña de pensamientos confusos que no iban hacia ninguna parte, pero que se volvían más densos conforme pasaba el tiempo. Y joder, ¿por qué dolía tanto? Le dolía allí donde debía estar su corazón y los pulmones. Como si hubiera corrido una maratón su respiración se volvía dificultosa, y sin embargo, no podía escucharse a él mismo inhalar y exhalar, no podía sentir el aire entrar y salir, pero de alguna manera sabía que lo estaba haciendo.
Superado por la extraña situación, intentó restregar las palmas de sus manos contra su rostro en busca de alivio para su frustración, pero fue inútil. Al igual que con sus piernas, sus brazos parecían no estar allí y eso casi le hace llorar. Tal vez lo hubiera hecho si hubiera podido, pero no podía y eso le hizo gritar. El sonido de su voz estrangulada atravesó el aire como afiladas cuchillas e hizo eco, rebotando en la nada una y otra y otra vez, hasta el infinito.
Fue aquel ruido el que pareció despejar el abismo y trajo luz hacia Koushi que, deslumbrado por el repentino brillo, cerró los ojos. Fue hasta ese momento que se percató que tenía párpados y ojos y que podía ver, aunque le fue imposible al principio distinguir la fuente de iluminación a unos metros de él. Un pilar de luz que venía desde tan alto que no sabía que tanto y que chocaba sobre lo que parecía el húmedo piso de la nada.
Fue hasta que todo fue alumbrado que Suga fue consciente de si mismo; de su cuerpo, sus extremidades y sus órganos. Aquello disipó un poco la soledad y la confusión de su mente, pero le trajo un nuevo sentimiento que no le gustó nada. Se sintió expuesto e inseguro y la sensación de ser observado de antes se intensificó tanto que casi deseó volver a la oscuridad. Pero allí no había nadie, sólo él y ese muro de luz que le llamaba como una lámpara a los mosquitos en pleno verano.
El chico dio un paso, ocasionando un ruido húmedo cuando su pie chocó con la superficie sólida del suelo. Luego dio otro, sintiendo que su pie descalzo se hundía cada vez más. Como si se estuviera adentrando al irregular terreno de la arena hacia el mar abierto. El agua subió lentamente, paso a paso, podía sentirla, pero no verla. Humedecía la ropa que llevaba encima y le hacía sentir pesado. Suga sabía nadar, pero en el fondo, de alguna manera, pensó que eso no le ayudaría. Que terminaría ahogándose si seguía caminando, pero no podía parar. Si quería alcanzar la luz, tendría que hundirse. Así que lo hizo.
El agua lo cubrió por completo y el aire abandonó sus pulmones en forma de burbujas que subían hasta el cielo infinito. Su cabello flotó al igual que sus prendas. De un momento a otro, el muchacho dejó de sentir el suelo y se hundió cada vez más, sin posibilidad de volver. Sólo era él, flotando en agua tan transparente que parecía irreal. Y tal vez lo era. La luz estaba cada vez más cerca. Cálida, segura. Él nadó hasta ella, incluso cuando sus pulmones no tenían más aire por expulsar y las burbujas de su aliento se volvieron más y más pequeñas.
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Lágrimas y flores para un amor no correspondido
FanfictionDaisuga |Hanahaki Disease| Cuando la felicidad de ver a la persona que añoras se vuelve un sofocante dolor en el pecho y las sonrisas se transforman en lágrimas, sabes que has enfermado de amor. Los buenos recuerdos se convierten en tragedias y todo...