Garabatos de tinta

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El ruido de la puerta cerrándose lo trajo de vuelta al mundo real. Se sentía un poco adormecido; el cuerpo ligero y la mente nublada. Habían pasado tantas cosas en las últimas horas que simplemente no podía procesarlo. Sentía como si, al salir de ese trance, fuera a colapsar por completo. Demasiadas emociones, demasiadas palabras que sonaban como un sueño del que tenía que despertar o morir en el intento.

Suga aún podía sentir sobre su hombro la presión de la mano de Daichi; fuerte, cálida, protectora. Detrás de sus párpados podía ver su expresión, fiera y llena de preocupación. Y en sus oídos se había quedado grabada su voz, imponente, casi autoritaria, pero tan temblorosa como una hoja flotando en la brisa de otoño. Era tan contradictorio y sin sentido que, si no fuera porque aún tenía entre sus manos la caja de chocolates, hubiera pensado que jamás sucedió.

Haru se sentó a su lado, con su cabello negro teñido de naranja por el atardecer. Suga miró su silueta apenas de reojo. Una mancha borrosa de colores cálidos. Se quedaron en silencio, porque aparentemente ninguno de los dos tenía idea de que decir. Suponía que la situación los había tomado a ambos con la guardia baja. Koushi jamás creyó que Daichi sería capaz de reclamarle a Haru de la forma en que lo hizo y en parte se sentía avergonzado. El único culpable de todo ese malentendido era él.

La caja de chocolates se sentía helada bajo sus dedos.

—Así que... ¿estamos juntos? —la voz de Haru es suave, pero se escuchó demasiado fuerte en medio de la pequeña y silenciosa habitación.

El agujero en el pecho de Suga se hizo más grande.

—Lo siento —dijo con voz débil. De repente se sentía como si pudiera vomitar todas las flores del mundo—. Fue lo único que se me ocurrió para que él... para que dejara de decir tonterías.

—No lo mal entiendas. No me molesta, sólo fue sorpresivo... Sawamura-kun es un chico un poco...

—¿Despistado? Sí, pero sólo con los sentimientos de la gente... No es que él sea del tipo cruel —se apresura a defenderlo a pesar de todo—. Sólo... no lo hace a propósito. Estoy seguro de que Michimiya piensa lo mismo.

—Oh, su amiga de la escuela media. La que ha estado enamorado de él desde hace años.

—No lo entiendo... pensé que ella le diría que nosotros...

—¿Qué estamos saliendo, aunque no lo estamos?

—No me mires de esa forma. Alguien debía detener a Daichi. Lo que él cree que siente por mí no es...

—Real. Sí, lo has dicho mucho últimamente. Y se te ocurrió que si ella sabía de lo nuestro se lo diría a él y desistiría —Suga no lo miraba, demasiado avergonzado de sus propias acciones, de sus mentiras—. Pero no funcionó.

—Lamento todo lo que te dijo... no te lo merecías.

—Koushi —colocó una mano sobre pierna—. Ya te lo dije, no estoy enojado, pero ¿no crees que ya es demasiado? Quiero decir, no importa lo que digas o hagas, aún estás enamorado de él y sería fácil apoyarte en todo esto si él fuera... no sé, un completo idiota, pero no lo es, es un buen chico. Un poco denso, pero un buen chico, al fin y al cabo.

—Y es precisamente por eso que no puedo dejar que haga algo tan tonto como salir con alguien a quien no quiere.

—¿Y cómo puedes estar tan seguro de que no te quiere?

—Él no me quiere de esa forma.

—¿Y si sí te quisiera de esa forma?

Suga se quedó sin palabras. Su cerebro haciendo corto circuito por ese conjunto de letras que nadie se había atrevido a decir en voz alta. Ni si quiera él mismo. Había estado tan asustado de responder esa pregunta, incluso de forma hipotética porque nunca había sido fan de herir sus propios sentimientos ni de hacerse falsas ilusiones. Aún en ese momento no estaba seguro de querer responderla. Pero que tal sí...

Lágrimas y flores para un amor no correspondidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora