01. Más Caliente Que El Infierno.

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No sabe porqué está ahí.

Rodeado de hombres llenos de dinero, perfumes costosos, trajes a la medida, zapatos relucientes.

Regresó su mirada a ese sujeto, los ojos negros cómo la noche, la expresión seria y las facciones delicadas, una mirada tan profunda que lo incitaba al pecado, a devorarse sin medida, a entregarle el cuerpo en charola de plata.

Sus ojos fueron a dar nuevamente al fondo de su vaso, el agua mineralizada que hacía bastantes minutos había dejado de estar fría, no atinó hacer más que volver a mirar a...

Lo buscó, los pequeños grupos de personas le impedían ver más allá, el hombre que llamó su atención ya no se encontraba ahí, charlando y riendo con otros dos sujetos, se levantó, intentando ver un poco más, recorriendo con sus ojos desesperadamente el salón, ni un rastro del tipo rizado, lamentándose por dentro, regresó a su asiento, bebiendo el último sorbo de agua.

- ¿Buscas a alguien, cariñito?.

Un aliento cálido le erizó los rizos de la nuca, la cercanía de un cuerpo lo estremecía, una colonia varonil que le enviaba corrientes eléctricas que paraban en su entrepierna, su corazón latía desenfrenado, sentía que pronto vomitaría.

- Estás nervioso... Eso me pone tan... Caliente - Tembló, su cuerpo se derretía ante la presencia de ese sujeto, sus ojos no soportaron más estar abiertos, la piel de gallina - Tranquilo, no te haré daño... Solo pasaremos un buen momento.

Unas manos grandes se posaron sobre su cintura, dedos largos le hacían cosquillas, un calor tan fuerte lo rodeó, la sangre en sus venas hervía, creía que podría morir por combustión espontánea.

Ese hombre era más caliente que el infierno.

Demonios, se supone que debería comportarse, su padre podría aniquilarlo si viera lo que está a punto de hacer, pero tampoco quiere desperdiciar la oportunidad de follarse a ése tipo.

Con la pasión a flor de piel y el deseo desbordandose, se inclinó hacia atrás, su espalda tocando el pecho, las manos en su cintura ahora se situaban en su vientre, rodeado en un abrazo y el aliento cálido de ese hombre chocando en su mejilla, suspiró y se permitió relajarse un poco, sus fosas nasales aleteaban, disfrutando de la fragancia amaderada.

Volteó, sus labios rozaron la barbilla, sintiendo el rastrojo, reprimió un gemido, su mente imaginaba los miles de placeres que le provocaría ese rastrojo en una parte más sensible, más íntima.

- Vamos a mi habitación...

Le susurró, lo suficientemente audible solo para él, los brazos que lo rodeaban se apretaron más, haciendo que solo las capas de ropa sean su distancia, sintiendo entre sus glúteos una dureza tan encantadora.

Su vista nublada por el deseo, solo sentía el roce con otras personas, pensaba que volaba, sus ojos solo distinguían la ruta por la que era guiado, las personas curiosas los veían pero no le importaba, su mente solo se enfocaba en todos los botones que eran apretados por ese sujeto.

No era consciente de sus acciones hasta que su libido logró bajar un poco, estaba en su habitación, con un hombre alto y fornido frente suyo, viéndolo con esos ojos tan profundos que le devoran el alma, una sonrisa ladina y una nariz tan larga y fina, ahora podía oler a la perfección a ese tipo, con un aroma tan seductor a madera, un ligero toque del humo de los cigarrillos y alcohol.

- Te haré ver las estrellas, me vas a suplicar por más, voy a penetrar cada uno de tus agujeros y tú, cariñito, serás feliz con eso.

Dicho eso, ese hombre rizado empezó a despojarlo de sus prendas, se le veía desesperado al desatar la pajarita y desabrochar los únicos tres botones de su blusa, que pronto fue a dar a la alfombra, esa pasión que le quemaba la piel desnuda, cómo de una manera tan provocadora pasaba la lengua por su labio inferior, los dedos escurridizos tan fríos y exquisitos, la delicadeza con la que los pulgares se paseaban por sus pezones, ahora sí se podía dar el lujo de gemir.

Pequeño Motel | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora