02. Entrégame Tu Cuerpo. (Parte I).

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Caminaba con rapidez.

El lienzo Marina golpeando ligeramente su muslo izquierdo.

Estaba tan emocionado y contento, su trabajo fue alabado por toda la clase.

Además, si se permite el lujo de ser sincero, sus piernas tenían un ligero dolor después de la noche anterior, tan solo el recuerdo de ese hombre le hacía hervir la sangre.

Podía escuchar la voz de padre, los ventanales le dejaban verlo y a otra persona más, se le olvidó que debía llegar a tiempo para conocer al nuevo socio y todo el plan de inversión.

- Lamento demorar tanto, mi maestro no me dejaba libre, realmente no creía que pudiera hacer algo así - Dijo, entrando y soltando un suspiro, viendo a su padre levantándose y sonriendo.

- Bueno, enséñame que tal lo hiciste - Ernesto rodeó el escritorio hasta estar en medio de la oficina, apreciando cada movimiento de su hijo.

Con la emoción al borde, colocó su bolsa sobre el suelo, poniéndose en cuclillas para poder soltar las correas y bajar el zipper, ansioso de que su padre vea aquella obra en la que trabajó por horas, dejó caer la tapa superior de la bolsa, revelando todo su esfuerzo.

Ernesto frunció un poco el ceño, paseando su dedo índice por su labio inferior, pensando las palabras correctas, no era un crítico de arte, siempre llenó de halagos los trabajos de su hijo, reconocía plenamente que tenía un talento innato para el arte de pintar y dibujar desde muy pequeño.

- Bien... Es... Bueno Joa, me haz dejado sin palabras esta ocasión - Ernesto esbozó una sonrisa, viendo cómo Joaquín se ruborizaba un poco y se encogía de hombros - ¿Tú qué opinas, Emilio?.

Joaquín se había olvidado que su padre estaba con otra persona, veía con atención cómo la silla se giraba lentamente, revelando en un inicio unos zapatos lustrosos y calcetas gris oxford, unos pantalones de color negro, sus ojos ascendían cada vez que la silla giraba hasta que, estando frente a frente su cuerpo se estremeció, el pánico azotando cada fibra de su cuerpo, las llamas de la pasión cobrando fuerza, era él.

Ese era el hombre que la noche anterior le dio el mejor orgasmo de su vida, los vellos de su piel se erizaban al recordar todas las sensaciones que provocó en su cuerpo, su respiración se aceleró y los dedos de las manos se le consumían en temblores.

¿Cómo explicar al hombre enfrente de él?, Con ese atractivo exuberante, una mirada que te consumía el alma y te penetraba el corazón, un cuerpo firme cubierto por un traje negro, haciéndole ver imponente y sensual, los rizos sujetados en una coleta, una sonrisa ladina, porque ese hombre sabe todas las reacciones que provoca en las personas, sobretodo en él.

Joaquín seguía estupefacto, la vergüenza empezaba a tomar camino en la carrera de emociones, esos ojos que no se despegaban de los suyos, notaba cómo de a poco se comenzaban a oscurecer y el brillo de la lujuria empezaba a resaltar, todo su mundo se volvía tan lento, la vista majestuosa al verle levantarse y colocarse las gafas que, sin duda, le hacían ver aún más exquisito.

- Un desnudo - La voz pesada, trataba que su mente no volara a los recuerdos de anoche, cuándo esa misma voz le dijo cosas indebidas al oído.

Prestaba atención a todo, al ceño fruncido al igual que los labios, ponerse en cuclillas frente a su dibujo, paseando ligeramente la yema de sus dedos sobre las sombras, haciéndolas más profundas.

- Las siluetas de dos amantes, bastante... Bueno - Lo miró por encima del armazón, los ojos tan oscuros cómo la noche anterior.

Su proyecto fue ese, un desnudo.

Pequeño Motel | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora