13. Norwegian Wood (FINAL).

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Yo Tuve A Alguien O Más Bien, Alguien Me Tuvo A Mí.

Las despedidas son duras, desprenderse de algo que es parte de nuestra alma. Esa persona especial en nuestro corazón, la luz de nuestros días, el motivo de nuestra sonrisa, por quien vivimos y somos capaces de morir.

Ahí, con la cabeza agachada, las lágrimas picando sus ojos como agujas, las manos sudando, el corazón apachurrado y el alma enfrascada.

- Emilio, te espero arriba.

Levanta la mirada, Ernesto señala el jet y asiente, se dispone a caminar, el dolor en su corazón se vuelve más insoportable, el nudo en su garganta es asfixiante, con dificultad pasa la saliva almacenada en su boca y, sin mirar a las personas a su alrededor, empieza su marcha hasta el jet.

Su cometido iba bien, nadie le interrumpe, perfecto, cómo planeó toda la noche, al menos hasta que siente una manito cálida tomarle por el codo. Su respiración se queda atorada en su garganta y debe poner toda su fuerza de voluntad para evitar llorar.

- Emilio.

La voz dulce le perforó el alma, las llagas se vuelven insoportables y solo quiere tirarse al vacío y nunca más volver. Todo en su mente solo era oscuridad, se estaba hundiendo en su dolor, en el dolor que le provoca a la persona que le ha demostrado el amor más puro.

- Emilio - Ahora estaban frente a frente, la suavidad de las manos sobre sus mejillas ardientes, una mirada confundida - ¿Qué pasa?, ¿Por qué hiciste eso la noche anterior?, ¿De qué debo perdonarte?.

Quería desaparecer, gritarle en la cara que todo fue mentira, que todas esas palabras cariñosas eran falsas, que jamás llegaría a amarle así volviera a nacer.

- No pasa nada - Respondió en un susurro, el nudo en su garganta se apretaba con cada palabra.

- Mientes - El pequeño puchero en su rostro le provocó un sonrisa, colocó sus manos en las muñecas contrarias.

- Hablaremos ésta noche, espérame en la habitación y... - Desvió su mirada a donde yacía Ernesto, a los pies de la escalera, viéndoles, haciendo más profundo su dolor - Te haré tocar el cielo...

Con un asentimiento por respuesta, dejó un beso suave sobre la frente y su corazón se rompió en mil pedazos cuando el aroma del shampoo atravesó sus narices.

Una última mirada a ese iris miel, una pequeña sonrisa y soltó las muñecas para retomar su camino al jet. Cada vez que se acercaba su alma moría, pisaba con dolor los escalones de la escalera y antes de entrar, volteó y le vió, con el sol naciente iluminando aquel rostro angelical, el viento revoloteando los rizos a su paso, entonces supo que esos ojos mieles nunca más le volverían a ver con amor.

Estando dentro, con la mirada perdida a través del cristal de la ventanilla, el motor rugió y el jet empezó su marcha, lágrimas calientes corrían por sus mejillas, sus dientes pronto se quebrarían de lo fuerte que aprieta la mandíbula, sus nudillos blancos y una ira que le haría saltar sin dudar.

Del otro lado de la ecuación la situación no era distinta, un presentimiento en el corazón que le tiene intranquilo, se siente tan débil y pequeño mientras el jet privado de su padre surca el cielo, no entendía aquel viaje tan repentino, su padre sólo le dijo que debía despertar temprano y alistarse para despedirle, sabe que van a Milwaukee para reunirse con Joe Dahmer, Paulina se quedó en Los Angeles por asuntos personales y Alan le acompañará mientras intenta hacerse cargo de la empresa.

- Lo amas, ¿No es así?.

Aquella voz le hizo voltear para encontrarse con una mirada verdosa, se sentía incómodo, parecía que el destino estaba en su contra, el dolor en su pecho crecía a cada minuto, la confusión plasmada en su rostro.

Pequeño Motel | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora