8.

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El familiar dolor de cabeza es lo primero que me recibe cuando abro los ojos. Siempre es lo mismo cuando tengo un episodio fuerte, caigo en la dulce inconsciencia por tiempo indeterminado. Me inclino para tomar el reloj en mi mesita de noche.

Son las cinco y media de la mañana.

—¿Estas bien, Eva? —la voz adormilada de papá no me sorprende. Se muy bien que esta en el pequeño sillón frente a mi ventana. Nunca ha podido conciliar el sueño cuando pasan este tipos de cosas.

— Estoy bien. — le sonrío. Papá se levanta, tomando la manta que rodea sus hombros y los pone sobre los míos.

— Sabes que tu madre te ama, ¿verdad? — me contengo de rodar los ojos. Se que sólo esta preocupado, pero mamá se paso de la raya. — No me pongas esa cara, Eva. Todos nosotros te amamos y nos preocupamos por ti. No estoy excusando a Charlotte, su actitud no estuvo nada bien, pero anda algo paranoica. Hay que entenderla un poco, cariño.

— Es lo que llevo intentando hacer, papá. — se sienta junto a mi. — Pero lo de anoche, fue horrible.

— Lo entiendo, amor. — recuesto mi cabeza en su hombro, dejándome hacer cuando empieza a acariciar mi cabello. — Por eso llame a tu hermano, creo que lo mejor para ti, ahora que has empezado el instituto, es tener un ambiente cómodo. Así que te iras con él por un tiempo.

— ¿Mamá esta de acuerdo? — para ser sincera, no me molestaba ni un poco irme con Adrián, pero dudaba que mamá lo permitiera. — No creo que piense lo mismo.

— Tienes razón, no esta para nada conforme con eso. Pero ya tome la decisión, y con sus acciones de anoche no es como si pueda debatirme mucho. — suena molesto, pero papá siempre se ha caracterizado por mantener siempre la calma en las peores situaciones. — Voy a extrañarte, pequeña. Pero ni creas por un momento que te vas a librar de mi, tienes que venir los domingos, no es opcional.

— Esta bien, papá. — le sonrío. Papá se levanta, no sin antes dejar un beso sobre mi cabeza.

— Tu hermano pasará por ti luego de desayunar, creo que no pasa nada si te tomas el día libre.

Cuando papá me deja sola, ya el sol me saluda desde fuera de mi ventana, así que en vez de volver a intentar dormir, me levanto aún con la manta envolviéndome. El frío del piso es reconfortante cuando me dirijo al armario para sacar mi maleta y lanzarla sobre la cama.

Papá tiene razón, no necesito todo el estrés que conlleva vivir con mi madre en este momento.

Necesito paz.

— ¿No estas emocionada? — Adrián me sonríe, cuando abre la puerta de su departamento. Desde que subimos al auto ha intentado que sonría, pero le he hecho algo difícil el trabajo. — Te puedo jurar que soy el mejor compañero.

— Lo sé, hermano. — pongo mi bolso sobre el gran sofá gris de la sala. — Nos vamos a divertir mucho.

— Vamos, Eva. — suelta las maletas para cerrar la puerta. Cuando se voltea para mirarme, sus brazos están cruzados. — Dejar de pensar en ello.

— Ni siquiera bajo a despedirse, Adrián. — me siento, él me imita y se pone a mi lado.

— Sabes como es, no te lo tomes personal. De seguro se siente avergonzada. — se que intenta reconfortarme, pero no lo esta logrando. — Ya veras que las dos tendrán tiempo para pensar y todo va a ir para mejor.

— Espero tengas razón. — intento sonreír, porque siento las lágrimas picar en mis ojos, y se lo mucho que Adrián odia que lloré. Él me devuelve la sonrisa.

Los Morgan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora