5.

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— Soy todo oídos.

—No es para tanto. — pongo el bolso en el suelo. Dan se acerca y se frota contra mis piernas. — Estábamos haciendo un trabajo. — omito comentarle el incidente en el pasillo porque sabía iba a enloquecer. Aún más.

—Eso ya lo sé. — se acerca a Dan y lo carga, rascando tras sus orejas. — Lo que no sabía era que sería con dos chicos y en su casa. No en la biblioteca, Eva.

—¡Precisamente por eso no lo dije! Sabía que no lo tomarías con calma. — Me siento en el sofá y enciendo el televisor.

—¿No tengo mis razones para hacerlo, Eva? — se sienta junto a mi, me hace sentir culpable. —Sabes que me preocupas.

—Lo sé. —tiro de mis mangas de forma inconsciente. No quiero preocupar más Adrián, se que no estuvo bien mentirle pero no quería más drama. —Lo lamento.

Él suelta un suspiro y pasa su brazo por encima de mis hombros, soltando a Dan que se escabulle fuera del sofá, y se a curruca junto a mi.

—Sabes que te amo, ¿verdad?

—Lo sé, hermano. — mi cabeza cae sobre la suya. — También te amo, tonto.

—¡Adrián! —mis gritos llenan el aire, Dan me mira asustado desde el bulto de sabanas que era la cama

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—¡Adrián! —mis gritos llenan el aire, Dan me mira asustado desde el bulto de sabanas que era la cama. -— ¡Ven aquí, ahora!

Desde aquí puedo escuchar como retiene las carcajadas, para cuando llega a la habitación su cara es una mueca extraña. Intenta estar serio, pero le es prácticamente imposible.

—Explicate.

—No entiendo, hermanita. —se hace el inocente, poniendo sus manos tras su espalda. — ¿De qué hablas?

—¿Dónde demonios está el suéter? —estoy a punto de matarlo, no sería mala idea ser hija única. — Sabes que necesito el suéter, Adrián.

—Pero si te traje una linda camisa de mangas largas, hace la misma función de tu feo suéter y es más lindo. — me explica, pero me importa muy poco, quiero mi suéter. — Y ese tono de verde se verá de lo más lindo en tu piel.

—¿Ahora eres estilista? — suelto entre gruñidos. Él inclina su cabeza a un lado y sonríe. —Adrián, habló en serio.

—¿Puedes hacerlo por mi? — manipulador siempre. — Igual no es como si tuvieras otra opción, sabes.

—Te odio.

—Mentir no te queda, Eva.

—Largo, Adrián. —Esta vez, sale del cuarto sin decir nada, con esa sonrisita triunfante que tanto detesto.

Cuando ya me encuentro sola, me visto. La incomodidad es inminente, me siento otra persona.

La camisa es demasiado ajustada y es extraño no sentir las mangas en las palmas de mis manos. El pantalón es casi tan ajustado como la camisa, ¿cómo podía usar estas cosas antes? Estaba tan acostumbrada a usar mi ropa una talla más grande. Para cuando ya estaba vestida, no quería ni verme en el espejo.

Los Morgan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora