2.

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El resto de las clases se van en un parpadeo y para cuando me doy cuenta estoy frente al Instituto esperando que mamá pase por mi como me había dicho Adrián.

Jugueteo con los adornos de mi mochila mientras espero sentada en las escaleras. Aún quedan algunos grupos de chicos y chicas reunidos en algunas partes, a lo mejor planeando que hacer luego o que se yo. Hay de todo tipo de personas, desde chicas que se ven amables hasta las víboras. Lo mismo va para los chicos, incluso hay un grupo en particular que llama mi atención.

Son cuatro chicos, altos, fornidos y de gran contraste en sus apariencias, muy diferentes todos, están algo alejados en lo que imagino es el auto de alguno de ellos. Se ven como el típico estereotipos de los deportistas, pero para mi parecen ser todo menos eso.

El chico rubio del grupo se percata de mi mirada porque sus ojos y los míos conectan por un momento antes de que aparte la vista de allí, no quiero parecer una entrometida y buscarme más problemas. El claxon del auto de mamá me saca de la pequeña nube donde estoy, me hace señas desde lejos para que suba al auto. Me levanto y recojo mi mochila del suelo pero cuando voy bajando las escaleras, siento un tirón que provoca que caiga sentada de nuevo en estas.

Las risas no se hacen esperar, y para mi sorpresa el grupo de chicos que había llamado mi atención pasa frente de mí muertos de la risa, mirándome con total burla y malicia.

— Torpe. — me susurra el chico rubio  con la sonrisa más cínica, cuando pasa junto a mí. Aprieto las manos y me levanto.

Los recuerdos me nublan la mente por un momento. Y todo lo que puedo ver es esa misma sonrisa, pero mucho más perversa y en un rostro que pensé que era lo más hermoso que mis ojos habían visto.

Para cuando mamá llega a mí, ya estoy temblando y la brisa fresca me seca las lágrimas del rostro. Intento decirle a mamá que se calme, que estoy bien pero de mis labios solo salen incoherencias.

— Eva, cielo, todo está bien. — su voz suena lejana. — Ven, vamos a casa.

— ¡Sabía que era una mala idea transferirla a esa escuela! — mi madre está exaltada, papá intenta calmarla pero es imposible, no puede dejar de caminar por la sala, inquieta

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— ¡Sabía que era una mala idea transferirla a esa escuela! — mi madre está exaltada, papá intenta calmarla pero es imposible, no puede dejar de caminar por la sala, inquieta. Yo la observo desde el sofá, sin decir nada.

— No puedes mantenerla encerrada en casa, querida. — mi papá siempre siendo la voz de la razón. — Ella necesita volver a la escuela, la tuviste más de seis meses encerrada desde que nos mudamos. Tienes que dejarla estar.

— Ese no es el ambiente para ella. Hubiese sido mucho mejor el Instituto de chicas.

—¡Por Dios, Charlotte! Eso está a dos horas de casa. — papá se sienta junto a mi, cansado.

— Pero ahí estaría muchísimo mejor. — dice ella. — Incluso podíamos tener en cuenta las clases en casa.

— Mamá... — murmuro, intentando controlar mis emociones. Estoy enojada, ¿por qué no confía un poco más en mí?

Los Morgan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora