Capítulo 8 - Atrapado

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La furiosa tormenta provocaba que los árboles chocarán unos con otros, sus hojas débilmente sujetas al tallo y muchas otras soltándose inevitablemente, siguiendo el furioso correr de la ventisca que golpeaba sin compasión aquel escudo brillante en el pecho del caballo negro de Seokjin. Las espadas entrelazadas brillando en el metal, un recuerdo que a quién servía y pertenecía.

La furia del Rey, quién ahora parecía ser el Rey Loco, acababa con todo e incluso, el viento y la lluvia parecían furiosos por los asesinatos sin fundamento que había cometido. La sangre espesa corriendo por los adoquines de los hombres que valientemente se habían negado a ser prisioneros.

Sus armaduras abolladas con recuerdos de guerras pasadas, ahora manchadas de sangre. Sus compañeros empuñando con furia sus espadas mientras intentaban calmarse y esperar a que su general llegará.

Él caballo de Seokjin relincho junto al de Jimin cuándo llegaron al pueblo. Las personas ocultas en sus casas, protegiéndose de la feroz tormenta y ajenos a los terribles crímenes del Rey, aquellos que tenían lugar en el castillo, justo en las mazmorras.

Jimin y Seokjin bajaron de sus caballos y a este último no le importó si se le acusaba de traición, más importante era la furia en sus venas, aquella que enrojecia sus mejillas en un contraste con la fría noche. Desenfundó la espada y subió las escaleras de la entrada principal, Jimin copiando sus acciones; su piel tornándose más blanca de lo usual bajo su casco, nervioso por lo que estaba por suceder.

—¡General Kim! Permítame anuncia...—Intentó detenerlo la señorita del servicio.

—Me anunciaré yo mismo.—Determinó.

—Pero...—Una mirada fría fue evidente en el espacio del casco y la señorita no necesitó más para saber que debía guardar silencio.

Las puertas fueron abiertas abruptamente cuándo se dirigió a las mazmorras, bajando por aquellas escaleras lúgubres y sucias. Apenas una luz perceptible en las antorchas sujetadas por círculos metálicos en las paredes.

Dos guardias desenfundaron sus armas y con un movimiento de sus espadas, dieron a entender que lo asesinarían. Seokjin olvidó su herida en su brazo y empuñó valientemente su espada, esquivando el movimiento del contrario. Rápidamente percibió que la espada que pretendía ponerle fin a su vida, era demasiado pesada para su portador y que consumía más rápido su energía.

Valiéndose de su descubrimiento, esquivo varias veces, retrocediendo con dificultad para no caer por las escaleras mientras escuchaba a Jimin luchando a su lado. El metal chocando entre sí, los escudos abollandose y sus respiraciones haciendo eco en la oscuridad.

Cuándo él hombre enfurecido hizo un último movimiento, cansado de intentar herirlo y no recibir ningún ataque a cambio. Seokjin empuñó firmemente su espada y como una flecha se impulsó hacia delante, la punta fina atravesando la armadura y el chaleco de acero como pedrería, una herida en forma de diamante que siguió su curso hasta atravesar el pulmón del hombre, terminando con su vida.

La sangre pintó la sucia escalera y Seokjin se apoyó abruptamente contra la pared, respirando agitado, gotas de sudor descendiendo por su rostro y por su cuerpo. Jimin jadeaba frente a él, un cadáver a sus pies mientras ambos se observaban, el miedo y la furia brillando en sus orbes como una mezcla que precedía la guerra, la lucha que enfrentarían en las mazmorras dónde estaba el Rey.

Fué entonces que un grito hizo eco, recorriendo la oscuridad hasta llegar a ellos. Un lamento en la oscuridad que brotaba de una voz juvenil, ambos identificando de inmediato los quejidos de Hoseok, él hermano menor de Seokjin.

Stone Heart - [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora