Capítulo 9 - Carmín

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Park Jimin pateó una puerta y entró, pegandose contra la pared mientras escuchaba los pasos apresurados de los guardias corriendo hasta las masmorraz.

Hoseok jadeaba contra su pecho, la sangre deslizándose macabramente de sus heridas.
—J-Jimin, m-mi hermano.

—Shhh.—Jimin tragó, apartando la mirada y agradeciendo tener su casco para que aquel jovensito no fuera testigo de las lágrimas que pintaban sus mejillas.
—Estará bien, e-es él general ¿No? Estará bien.

Cuándo los pasos cesaron, rápidamente salió de aquel almacén al que había entrado y corrió hasta la puerta trasera. Golpeó con su hombro la madera una y otra vez hasta abrirla, jadeando cuando se le dislocó un poco, haciendo que cargar a Hoseok fuera más doloroso.

Aún así apretó sus labios hasta hacerse una herida que permitió el fluir de la sangre de su regordete belfo. Corrió y salió de aquel enorme castillo, siendo recibido por la feroz lluvia que tintineaba contra su armadura. Hoseok comenzó a temblar por estar semidesnudo y Jimin le ordenó cubrirse con su capa de segundo general al mando.

La oscuridad era atractiva para alejarse lo más posible pero al mismo tiempo, guardaba tantos peligros que podía ser lo último que viera en aquella noche. Sin embargo, los rayos que atravesaban las nubes y emitían ecos estruendosos, iluminaban en pequeñas ráfagas de luz su camino, permitiéndole ver por cortos segundos su entorno.

Las ramas chocaban contra sus brazos mientras intentaba proteger a Hoseok a medida que avanzaba por el desconocido bosque, preguntándose quién diablos era Namjoon y a dónde iría para mantenerse a salvó.

Una flecha cruzó a su lado y aquello le recordó que algunos guardias lo perseguían. No tuvo más alternativa que entregarse a la oscuridad del bosque y avanzar, perdiendo por momentos todo sentido de dirección. Todos los árboles eran iguales y sus enormes raíces detenían sus pasos, la lluvia golpeando todo a su alrededor por lo que tampoco podía escuchar ni ver muy bien para saber si sus perseguidores aún le pisaban los talones.

No pudo más luego de minutos que se sintieron eternos y cayó de rodillas, la sangre descendiendo por su antebrazo a causa de un corte que le habían hecho mientras se alejaba de Seokjin.

—¡Hoseok!— Gritó asustado cuándo se percató del estado del joven chico. Parecía que la luna lo había acariciado, pues estaba completamente pálido, casi del color de las perlas que decoraban el cuello de la Reina.

Sus ojos cerrados y sus labios resecos lo alertaron, rápidamente se quitó su casco y su cabello se pegó a su frente mientras pequeños ríos de agua goteaban de su mandíbula.

—¡Hoseok!— Se quitó su armadura superior y torpemente se la colocó al semidesnudo chico. El frío le hizo castañear los dientes y entumecer sus dedos, pero aún así le coloco la mayor parte de su vestidura al hermano de Jin, quedándose solo con sus pantalones y botas.

Jaló el cuerpo desmayado del chico y lo abrazó de nuevo, cargandolo, maldiciendo cuando su hombro dislocado le envío una corriente de dolor que le hizo estremecer.

A pasos temblorosos avanzó, temeroso de aquellos que lo seguían y entonces al apoyarse en lo que parecía una piedra, cayó de espaldas.

Gritó del dolor y jadeó, parpadeando agotado y abrumado. Fué entonces que notó que estaba justo en la entrada de una cueva.

—H-Hoseok.— Sus labios azules temblaron. —Y-Ya estamos en un l-lugar seguro. —Se levantó con dificultad y arrastró al muchacho con él, infiltrandose en aquella oscuridad hasta que su espalda chocó con algo.

Un resoplido extraño hizo eco, una ola de vapor cálido golpeó su desnuda piel y jadeando parpadeó, observando la nada misma en la oscuridad de la cueva.

Stone Heart - [Namjin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora