II

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Se hallaba sentado sobre la alfombrilla de su habitación. Había dividido las atroces fotografías en dos columnas, basándose únicamente en las similitudes y marcas encontradas en cada uno de los cuerpos.

Los Leeds y los Jacobis.

¿Cuál era el factor común entre ellos?

Por más que se esforzaba, Will Graham no lograba dar con la causa.

Sumamente frustrado, se restregó el rostro.

El análisis de Alana no aportaba mucho más de lo que ya sabían sobre el asesino. Estaban dando vueltas en círculos.

— ¿Alguna vez te preguntaste cómo habría sido tu vida a su lado?

El puñado de fotografías resbaló de sus manos. Sobresaltado, Will se incorporó, sin dar crédito a lo que veía.

— ¿Abigail?

Se acercó despacio hacia la chica, pero ella retrocedió su avance para mirarlo de forma incriminatoria.

—Lo traicionaste— le espetó, dolida. —Nos traicionaste a ambos.

Will intentó acercarse una vez más. Sentía que sus rodillas perdían fuerza.

—No, no lo hice. Yo solo...

Bajó la mirada hacia las fotografías rezagadas y, al reparar en uno de los cuerpos, su mente salió del trance.

Abigail estaba muerta. Él vio claramente como Hannibal la asesinaba ante sus ojos. Observó, mientras él mismo agonizaba en el suelo, como los forenses se llevaban el cuerpo de Abigail dentro de una bolsa de lona en una camilla.

Cuando alzó la mirada, Abigail había desaparecido.

—Sólo fue una alucinación— creyó, erróneamente, que si lo expresaba en voz alta, lograría mitigar la sensación de vacío en su pecho, pero, no ocurrió.

La última vez que había visto...no, que había creído ver viva a Abigail, fue durante su corta estadía en Italia. Justo cuando fue en búsqueda de Hannibal. Entonces había estado tan agitado y fuera de sí, que no le sorprendió verle. Incluso el padre de Abigail no dejaba de atormentarle en pesadillas.

Estaba condenado a toparse con los fantasmas de su pasado, cada vez que se encontraba en una situación que demandaba un determinado grado de presión.

Saturación mental y emocional. La mezcla idónea para traer de vuelta a los muertos.

—Perdóname, Abigail— susurró, reuniendo las fotografías.

El fantasma de Abigail Hobbs era en realidad el sentimiento de culpa aflorando dentro de él.

"Lo que pudo haber sido"

Ensimismado, vio el pase sobre la alfombrilla.

No podía seguirlo aplazando por más tiempo.
***

Fue el mismo Frederick Chilton, administrador del hospital psiquiátrico, quién lo condujo hacia la planta baja del edificio.

Will apenas había puesto atención a la interminable perorata de quien alguna vez fuera también su psiquiatra. Chilton era un individuo demasiado egocéntrico y arrogante, pero astuto. Sus artículos eran leídos con avidez en todo momento. Halagado y criticado por la prensa. Todo un personaje en el campo de la psiquiatría.

Por unos instantes, Will recordó como Hannibal se había mofado de uno de sus libros basados en él, escribiendo uno propio, contradiciendo toda opinión de su persona y tergiversando los hechos de modo que Chilton quedase como un impostor ansioso de inmerecidas adulaciones.

Carpe Diem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora