Observaba de pie a través de la ventana. Su mirada irremediablemente atraída hacia los ocasionales remolinos que formaba el fuerte soplo del viento sobre la hierba seca.
Por unos instantes, Will se imaginó a sí mismo a mitad del jardín. Sólo que el jardín se trataba en realidad del río al que solía acudir con su padre cuando era apenas un niño y la corriente del agua fluía en torno a su cadera, impulsandolo y haciéndole perder el equilibrio cada vez que tironeaba de la caña, siempre en espera de ver cumplida la expectativa de su padre.
No hacer ruido era una de las reglas primordiales para la pesca.
Ser pacientes, era otra. Ambas de gran relevancia, pues de ello dependía el tiempo que permanecerían en el río.
¿No era también la carnada esencial para la pesca?
Si elegías el cebo adecuado, y aguardabas en la dirección contraria del flujo, picaría un pez de buen tamaño.
Podían estar padre e hijo hasta la puesta del crepúsculo, pero jamás se retiraban con las manos vacías.
Unas simples salidas de pesca, se habían convertido en una valiosa enseñanza de vida.
Lentamente, Will Graham pestañeó, viéndose enrollando la cuerda para atraer lo que había pescado. Sólo que, en esta ocasión, no se trataba de un pez, sino de un siervo, uno grande.
Confuso, se apartó del vitral. Cerró los ojos cuando el dolor de cabeza se hizo presente.
"Si lo traicionas de nuevo..."
—Me matará— respondió al suave murmullo de Abigail. Extrañamente, no sentía miedo. Lo único que temía ahora, era el fracaso. Porque si llegaba a equivocarse, Walter pagaría por ambos.
**
Pasó de largo la unidad de ciencias del comportamiento para ingresar en la sala donde solía impartir cátedra a docentes selectos que trabajarían posteriormente para el FBI.
Cada unidad, sección y departamento estaban fuertemente monitoreados, incluida la sala de conferencias para agentes especiales. Cada miembro se desenvolvía en su respectiva área. Ya fuera recopilando información o analizando las escasas muestras de ADN disponibles para reducir la actual búsqueda.
Y mientras tanto, Will Graham se hallaba pérdido en sus recuerdos, vagando por el pasillo de una instalación que no frecuentaba más, tratando en vano de revestirse de una piel que ya no le pertenencía. Porque el antiguo profesor que era, se había convertido en poco menos que un cúmulo de sus propios miedos y fracasos.
Se detuvo delante del pizarrón, evocando recuerdos suyos desdibujados por el tiempo. Antes, creía saber lo que quería, pero ya no.
Tratar de entender su relación con Hannibal rayaba en un imposible. Se había engañado, convenciendose de que podría huir toda su vida del vínculo que constantemente los unía.
No odiaba a Hannibal, más de lo que se odiaba a sí mismo. Porque estando con él, se comprendía mejor. La paradoja del amor y odio convergiendo en la cinta de moebius. Así había sido lo que alguna vez tuvieron.
"¿Aún lo amas?"
Para silenciar la voz de Abigail, se giró hacia el público imaginario. Se pensó en una de las primeras clases y tomó el plumón para tratar de encarrilar mejor lo que pasaba por su mente.
—Existen tres principales tipos de criminales que pueden ser desglosados de la siguiente manera— garabateó, asignándolos en una columna antes de numerar. —Criminales natos, criminales dementes y criminaloides.