V

1.2K 151 3
                                    

Jack Crawford depositó lentamente la grabadora sobre la mesa, ante la mirada atenta de los ahí presentes. Cuatro miembros del departamento de documentación se encontraban a la expectativa junto a Will Graham, quién, consternado, se vio obligado a escuchar la voz lastimera del doctor Frederick Chilton durante los siguientes tres agonizantes minutos.

Se trataba de un aviso hacia su persona. No, era más bien una amenaza en toda regla. Los gritos desgarradores de Chilton daban cuenta de ello.

Sientiendose mareado, Will se puso de pie.

El asesino lo tenía en la mira y ahora se hacía llamar a sí mismo "El dragón rojo"

"Por haberme obligado a mentir, será más misericordioso conmigo que contigo"

Le rompería la zona del hueso ilíaco por la mitad. Pero aquello no era lo peor del asunto. A Will raramente podría afectarle una advertencia tan fútil que implicara solamente agresión física o incluso la muerte. Lo que verdaderamente lo atormentaba era el saberse responsable, culpable directo del secuestro de Frederick.

¿Pues quién, sino él, lo había utilizado para dicho fin?

¿No fue, en esencia, un acto deliberado de su parte el haber colocado amistosamente su mano sobre el hombro del psiquiatra?

Eran sus ofensas lo que tanto habían calado en el asesino, y ahora, tres personas tenían que lidiar por las consecuencias de sus impulsivos actos.

Molly había muerto, Willy estaba cautivo, y Chilton estaba siendo torturado.

-Will, espera.

De un momento a otro, Jack había ido en su dirección para evitar que se marchara.

-¿Hay una manera de manipular a Lecter para que nos diga quién es?

Era un hecho. Hannibal sabía de quien se trataba. Sabía la identidad o al menos tenía una idea de ello. Si se reservaba la información, era simplemente por gusto. Le fascinaba verles acorralados, y especialmente a él.

Se estaba vengando por las traiciones pasadas. No cabía la menor duda de ello.

Lentamente, Jack negó con la cabeza.

-Existen procedimientos para recopilar información, Will. Si lo grabamos sin su consentimiento, sería considerado como un acto fraudulento- explicó con calma. -Si lo atrapamos, al momento de presentar los informes, el juez lo notara. Será tomada como prueba mediante fines ilícitos y será invalidada. Además, si hay duda razonada el juez podría dictar sentencia y dar su fallo en favor del imputado.

Will lo pensó. No había forma de que Hannibal accediera a darles información de ningún tipo que les fuera de ayuda. Todo era un juego, y ellos eran las fichas. Si no seguían sus reglas, Hannibal se rehusaría a hacer su siguiente jugada.

-¿Qué podemos hacer?- cuestionó, abatido. Y entonces, al mirar de nuevo a Jack, supo la respuesta.

Tenía que pensar como Hannibal. Tenía que introducirse en la piel del ciervo una vez más.

Fuera o no lo correcto. Y Will estaba dispuesto a lo que fuera con tal de no perder.

**

Cansado, colocó la cinta casera en el proyector y aguardó a que la película iniciara de nuevo. Las imágenes se reanudaron con los niños correteando por el jardín mientras el señor Leeds ajustaba la toma de la lente para, posteriormente, volverla hacia él y saludar sonriente.

Lo más doloroso al tratar de analizar cada una de las tomas, era el hecho de ver a los niños de la familia jugando. Aquello sin duda removía sentimientos encontrados en Will Graham. Ya fuese por los recuerdos todavía nítidos que almacenaba del hijo de Molly, o quizá debido a la situación en la que se veía actualmente envuelto.

Carpe Diem.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora