Primer sueño

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Capítulo censurado.


Advertencias:

-soy de Buenos Aires, Argentina, por lo que hablo y escribo en español rioplatense. Si no les gusta esta variante del idioma, pueden evitarse la molestia de leer;

-el fanfic va a estar dividido en los sueños de Shaka y los capítulos "comunes" más centrados en Mu y el resto de los personajes;

-van a ser capítulos cortos a diferencia de mis otros fanfics, pero las actualizaciones van a ser más seguidas;

-algunos personajes son inventados por mí;

-va a haber lemon más adelante;

-cualquier duda que tengan siempre pueden consultarme;

Disclaimer: Saint Seiya y sus personajes son propiedad de Masami Kurumada. Todo lo escrito aquí es de mi autoría con el propósito de entretener sin recibir ninguna remuneración económica.

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Primer sueño

No sabía si estaba parado o acostado, no sentía el suelo a mis pies ni el pasto hacerme cosquillas. Flotaba. Si estaba despierto o dormido lo desconocía. Quizás había muerto. No hacía frío ni calor. El silencio absoluto era una melodía alegre, triste y furiosa que gritaba mi nombre. Me abracé a mí mismo adormecido. Una voz me susurró que no lo hiciera. Abrí los ojos obediente.

Solo había estrellas, cientos, miles, luces blancas, rosadas y otras de tono celeste. Algunas apartadas, algunas juntas, pero todas resplandecientes formaban figuras. Por un lado estaba Libra, cerca de Virgo. Más lejos vi al cisne y al girar encontré un oso. Estiré la mano, intenté alcanzarlas. Un polvo brillante me rodeó el brazo. Pronto me abrigó por completo. Los latidos aumentaron, alegres del encuentro. Volví a cerrar los ojos y vi unos ajenos pero conocidos pintados por el universo.

De nuevo, la voz me obligó a salir de la ensoñación.

Una estrella fugaz cruzó el cielo. Traté de seguirle el rastro. Llegué hasta el horizonte donde había una persona sentada. Un parpadeo, lo tenía cerca. La brisa meció su pelo rubio y alborotado junto a las flores que le rodeaban. Tenía la espalda blanca descubierta. Los músculos le resaltaban en la piel. No era corpulento, parecía de mi edad.

Otra estrella fugaz. Las constelaciones bailaban en el cielo mientras el polvo caía sobre nosotros en forma de gotas que se deshacían cuando nos alcanzaban.

—Amigo mío, ¿qué debería hacer?

Su voz era suave pero masculina. Por alguna razón me sonó familiar. Fue un abrazo, una caricia dentro de mi pecho que había esperado por varias vidas.

—No quiero que derrame más lágrimas por mi culpa.

Estiró la mano a un costado y acarició los restos de una armadura de oro. De su muñeca comenzó a salir sangre que cubrió las piezas doradas, el pasto, las flores, mis pies, hasta que formó un río. Las constelaciones descendieron. El baile continuó en la corriente roja. Virgo pasó dando vueltas frente a mí.

Un desfile de criaturas por momentos amorfas y figuras perfectas que representaban lo que eran. Gigantes a veces, pequeños otras, los cuerpos formados por estrellas se movían al compás de la brisa.

—Amigo mío, ¿llegará el día que pueda hacerla feliz?

El viento sopló fuerte; se llevó el río, las flores y las estrellas que siguieron bailando desparramadas en el cielo. La tierra estaba seca, resquebrajada. Me dolieron los pies.

Corazón de HerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora