Recomendación musical para este capítulo: Da-iCE - CITRUS:
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Tercer sueño
Estoy maldito. Nací de una mujer pecadora a la que nadie debía tocar, aunque eso no le importó al hombre que fue cómplice de mi existencia. Para él eran cosas que la gente sin nada creía para aferrarse a algo y volvió a su tierra blanca al poco tiempo, sin tener idea de lo que había plantado en la que luego se convirtió en mi madre. Nací maldito porque una mujer intocable me parió hace dieciocho* años, en el suelo que mi abuela escuálida y una tía raquítica compartían con ella.
Pero no fue solo por haber nacido de mi madre que la gente me decía que estaba maldito. Varias veces, incluso antes de pronunciar mi primera palabra, me vieron hacer cosas que no eran acordes para alguien de mi edad. Fui el único recién nacido en mi pueblo que dormía en las noches rodeado de un aura dorada. Si algo me molestaba los objetos alrededor volaban o se rompían sin explicación. Cuando empecé a entender el habla también comencé a escuchar la voz de aquel que me guiaría por el camino para ser un santo, pero no era algo que pudiera explicarle a los adultos.
Algunos creían que era un dios y le decían a mi madre que me llevara a un templo. Otros me llamaban demonio; por eso mi piel era más clara, mi pelo sedoso y rubio, y mis ojos del mismo azul que el cielo. Pocos sabían de la desgracia que había significado la concepción de la cual soy fruto, pero incluso los que la conocían estaban de acuerdo en que era un castigo para la pecadora de mi madre y por eso trajo un demonio al mundo.
Mi abuela me daba de comer por obligación. Mi tía no quería que la mirara, aunque no sabía si era porque la incomodaba debido a su deformidad que me llamaba demasiado la atención, o porque me tenía miedo. Mi madre trabajaba en lo que encontraba para conseguir el alimento y ropa para mí. Si tenía tiempo se hacía unos minutos al día para demostrarme cariño, ya fuera acariciándome la cabeza -más que nada para sacarme los piojos- o llevándome de la mano a ver cómo los nenes más grandes del barrio nadaban en el agua sucia del arroyo que pasaba a una calle de nuestra casa.
Antes de cumplir los tres años el vientre de mi madre me dio un hermano. Lo único en lo que nos parecíamos era en los labios y en haber nacido intocables. Mi tía eligió su nombre: Kamal. Nunca supe el motivo de su elección, pero enseguida vi la cara durmiente de mi hermano su nombre fue sinónimo de tesoro. En varias ocasiones había visto a los hijos de los vecinos llevar de la mano a sus hermanos más chicos y enseñarles el mundo que era el pueblo. Quería hacer lo mismo con Kamal, ser su guardián y maestro, que aprendiera el camino de regreso a casa desde el arroyo o cómo alcanzar las mejores frutas en el mercado para que la abuela nos encontrara utilidad.
Pero un día la nariz congestionada de mi hermano le hizo difícil respirar, cada vez más, y en las noches su cuerpo se calentaba demasiado. Solo podía mirarlo desde el vano de la puerta imaginaria que dividía el cuarto que compartíamos todos y el resto de la casa que solo era otra habitación. Mi maestro dijo que pronto mi hermano continuaría con el ciclo natural de las cosas o algo parecido. En ese momento no entendí a qué se refería. Recuerdo que esa tarde llovió mucho. Teníamos un solo paraguas pero de todos modos insistí en acompañar a mi madre al hospital con Kamal en brazos. No había nadie en las calles, así que se evitó llamarme la atención cuando nos cubrí con el paraguas sin usar las manos.
No pudimos entrar al edificio, al igual que varias de las personas que debieron esperar bajo la lluvia como nosotros. Mi madre nos abrazó a mi hermano y a mí para resguardarnos con el paraguas que se balanceaba por el viento. Aunque Kamal tuviera un tono de piel diferente al mío sabía que el morado no era el adecuado, tampoco su respiración ahogada se me hizo normal. Sé que mi madre golpeó la puerta de la que cada tanto salía una enfermera voluminosa y de mal carácter a decirle que debía esperar como el resto. También sé que algo me molestó, quizás las lágrimas de la maldita mezcladas con la lluvia, y por eso tiré la puerta de un golpe. Todavía siento las miradas asustadas de la gente sobre mí.
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Corazón de Herrero
FanfictionEn su cumpleaños, Mu de Aries fue nombrado el herrero maestro del Santuario. Desde entonces su deber sería formar nuevos alquimistas, fabricar armaduras y conseguir el polvo de estrellas, el material más preciado en la reparación. Sin embargo, al ne...