Capítulo 9

182 14 45
                                    

Recomendación musical para este capítulo: CASCADE - Sexy Sexy (un personaje canta esta canción en una parte):

---------------------------------------------------------------------

Capítulo 9

La brisa mecía la cortina blanca casi transparente; adelante, atrás y repetía, a veces se abría más, otras apenas se movía. Saga estaba sumergido en el compás de la tela hacía varios minutos. Concentraba el oído en el sonido de los pájaros y los insectos para ignorar la voz en su cabeza que no lo había dejado descansar en toda la noche. En los sueños distinguió una silueta oscura que ardía entre las llamas, pero antes de que pudiera alcanzarla despertó. Desde entonces estaba sentado en la cama, con los pies descalzos en el piso frío que era el único alivio para el calor.

Escuchó que hablaban afuera. Se levantó. Al mirar por la ventana se tomó un momento para intentar encontrar las copas de los árboles altísimos pero no lo consiguió. Descendió la vista. Junto a la balaustrada donde la hierba se trepaba la sacerdotisa les daba indicaciones a los guardias. Saga no entendió lo que hablaban, a excepción de unas pocas palabras referentes a una comida.

Se sintió invadido. Observó con calma la habitación; todo estaba como lo recordaba, la caja de Pandora de su armadura se ubicaba en un rincón. Entonces entendió que lo tenían vigilado desde afuera. Buscó nuevamente por los árboles, debió cubrirse los ojos por el sol. Un brillo en las ramas le llamó la atención. Entre las sombras y las luces se formó una armadura dorada con incrustaciones rojizas. Los mechones negros y la capa de su portador flotaban en el aire.

Saga se apartó de la ventana. Fue hasta la mesa donde había dejado un cuaderno y escribió Pacific Star, junto a un dibujo simplificado del guerrero que tan bien vigilado lo tenía desde la tarde anterior. Guardó todas sus pertenencias por las dudas de que alguien decidiera revisar el cuarto. Entonces terminó de vestirse para salir. Bajó al comedor donde Misty de Lagarto era el único que comía un tazón de frutas. Cuando lo vio dejó todo para saludarlo.

—¿Dónde están los demás? —preguntó Saga

—Hace un rato vino la sacerdotisa junto a dos guerreros dorados. Marin y Algol fueron con ellos a ver los alrededores.

—¿El de la serpiente?

—No, él todavía no apareció por acá —Misty levantó una ceja—. ¿Te sigue vigilando?

—Dudo que haya dejado de hacerlo en algún momento.

—Tu paciencia es digna de admiración. Yo habría llegado a mi límite ayer. Más con su recibimiento tan bruto.

—No hay nada que podamos hacer. Este es su territorio. Si es la manera de ganarnos su confianza para que nos lleven a la verdadera ciudad, tenemos que quedarnos.

Dos soldados ingresaron al comedor y se ubicaron frente a frente para dejarle el paso a la sacerdotisa. Tras ella llegó el guerrero de la serpiente que Saga había visto minutos antes; el santo de Géminis le sostuvo la mirada hasta que dejó de caminar. Aunque le viera la mitad del rostro sabía que sus ojos no se iban a apartar de él.

Ambos santos se arrodillaron. La máscara de la sacerdotisa también le cubría hasta la nariz y los dos caballeros se relajaron cuando vieron su sonrisa.

—Santo de Géminis, buenos días. Espero que hayas pasado una buena noche.

—Buenos días, su santidad. Muchas gracias por todas las atenciones que nos brindaron a mis compañeros y a mí.

Corazón de HerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora