Capítulo 4

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Capítulo censurado.


Recomendación musical para este capítulo: Ayumi Hamasaki - Haru yo, koi

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Capítulo 4

Mu entró con sigilo al cuarto. Se sentó en la cama donde Kiki dormía. El primer guardián permaneció unos segundos con una sonrisa y la mirada cálida fija sobre su pupilo. Lo destapó para acariciarle la cabeza. El pequeño Aries balbuceó algo inentendible a la vez que se retorció.

—Vamos, Kiki —le dijo Mu en tono suave—. Es hora de levantarse.

—Cinco minutos —pidió y se cubrió los ojos con el antebrazo.

—Te di una hora más. Ya son las nueve.

Kiki arrugó la cara y se sentó sin abrir los ojos. Mu lo agarró de la mano, se levantaron de la cama y fueron a la cocina entre bostezos contagiosos. Cuando llegaron el aprendiz de Aries soltó a su maestro de la sorpresa de ver en la mesa galletitas, chocolate, jugo y demás golosinas que no tenía permitido comer a menos que fuera un día especial. Aunque no fue solo eso: había globos, papeles de colores y un Señor Tanpoppo sentado en una silla. También estaban Shaka y Aldebarán que, junto a Mu, le dijeron:

—¡Feliz cumpleaños, Kiki!

El rostro se le iluminó. Abrazó a todos, incluso al Señor Tanpoppo. Mu no recordaba haber visto a su discípulo con una sonrisa tan ancha. Por un instante se reflejó en Kiki a su edad y comenzó a dolerle el estómago. Pero no podía volver a la cama: quería darle a Kiki un último cumpleaños feliz, el más feliz de todos.

Mientras lavaban los platos tras el desayuno Shaka notó el desánimo de su amigo. Aunque fuera algo corriente esos días, no le resultaba sencillo ignorar la mirada triste de Mu.

—Para ser tan joven sos muy amargado —comentó.

—Tenemos la misma edad —le respondió Mu con un puchero.

—Con más razón deberías disfrutar el comienzo de la adultez*.

—¿Y vos qué hacés para disfrutarla?

—Realmente no me importa no llevar una vida como otras personas de nuestra edad. Mi deber como santo es más importante.

Mu apretó la esponja. Shaka se secó las manos y le acarició la mejilla al caballero de Aries, quien apenas pudo sonreír.

—Sé que lo estás pasando mal, Mu, y ver a Kiki seguir tus pasos debe dolerte mucho... Pero sos un buen santo y herrero. Él va a entender cuando llegue su turno.

Mu apoyó las manos en la mesada.

—Tenía su edad cuando fui a Jamir por primera vez... Pronto... voy a tener que llevarlo para empezar el entrenamiento. Algún día va a saber lo que se espera de él como mi sucesor... No quiero... que sufra ni que haga sufrir a nadie.

Shaka le frotó la espalda.

—Eso no va a pasar, no lo vamos a permitir. Ahora que sos el herrero maestro tal vez puedas cambiar las cosas.

—Por un tiempo Aldebarán me ayudó a investigar, pero no encontramos nada que no supiera.

—¿Dónde buscaron?

Corazón de HerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora