Capítulo 2

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Capítulo censurado.


Capítulo 2

Mu caminaba en círculos, no se animaba a golpear la puerta de la sala para visitas del Patriarca. El pasillo estaba vacío, podía escapar tranquilamente, pero su orgullo se lo impedía. Si dejaba pasar un minuto más su maestro lo iba a considerar como un atraso y eso solo empeoraría las cosas. Agarró el picaporte. Se pasó el dorso de la mano por la frente cuando sintió una gota de sudor. Cerró los ojos y en un movimiento rápido abrió la puerta.

Adentro ya se encontraban Shion y Dohko frente a Saga, sentados a la espera del té. Al ver a su discípulo el Patriarca se levantó animado.

—¡Mu, por fin! Te estábamos esperando.

—P-perdón por el retraso. Kiki tenía dolor de estómago, pero ya está mejor.

—Qué bueno... Vení, sentate.

Hizo un movimiento de cabeza. Vio el lugar vacío junto al santo de Géminis y las piernas temblorosas le ayudaron a llegar al sillón. Saga lo miró sonriente, como era su costumbre. Mu nunca creyó que odiaría ese gesto de quien consideraba un hermano mayor.

—Hola, Mu.

—Ho-hola.

Tomó asiento, bien pegado al apoya brazo del sillón. Sobre la mesa estaban preparadas las tazas. Mu paseó la mirada por toda la sala para terminar sobre Shion y Dohko; los dos tenían una sonrisa en sus caras, ansiosos por ser testigos de la tradición milenaria que daría comienzo. El caballero más joven movió los dedos sobre sus rodillas.

—Em... ¿Esperamos a alguien más?

—No —respondió su maestro—. Podemos empezar... Dohko.

El santo de Libra hizo sonar una campanilla. En menos de cinco segundos las doncellas entraron con todo lo necesario para la hora del té. Nadie dijo nada, solo los pasos y movimientos delicados de las mujeres se escuchaban mientras las faldas de sus vestidos se inflaban y balanceaban; parecía un baile. Mu se preguntó si podría aprovechar para escaparse, aunque lo descartó enseguida al imaginar cómo se pondría su abuelo. Pronto estuvo la mesa servida; las damas se retiraron.

El Patriarca señaló que podían servirse. Dohko no dudó demasiado y dejó una porción de torta que rebosaba de salsa de chocolate en su plato. Saga fue más mesurado para tomar el té. En cuanto al santo de Aries, él en verdad era quien tenía dolor de estómago. Trataba de no levantar la mirada mientras se debatía entre darle un sorbo a la infusión que tenía enfrente o servirse un bocadillo que no empeorara el estado de su aparato digestivo.

Shion intentó mantener la calma ante la poca voluntad de su discípulo. Se llevó la taza a la boca y luego dijo:

—No es mi intención presionarlos, pero necesito asegurarme de que los dos entienden lo que se espera de ustedes.

Saga asintió.

—Como ya le dije, Gran Patriarca, estoy dispuesto a hacer lo que sea por el bien de Athena y su ejército.

—¿Incluso a que te rompan el corazón cada vez que haya que reparar una armadura?

—No tengo dudas si se trata de mi diosa.

Mu finalmente se animó a beber un poco de té. Él jamás dudó de su lealtad a Athena, pero siempre admiró eso de Saga. Se sintió culpable de odiarlo en ese momento.

—Me alegra escucharte tan decidido —dijo Shion.

—¿Ves? Yo sabía que podíamos confiar en Saga que es tan leal a Athena. Es el ojo, ¡el ojo!

Corazón de HerreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora