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CARSON


"El pasado no se va. Le gusta jugar y se esconde
en los libros, en la música, en las calles
e incluso en los sueños."

ULISES SÁNCHEZ



El sonido del móvil provocó que gruñera, queriendo estamparlo contra la pared con tal de que dejara de incrustarse en mis tímpanos. Pensé en dejarlo sonar hasta que el capullo que había osado molestarme me dejara en paz, pero como eso no llegó a suceder tanteé con la mano, aun con la cabeza hundida en la almohada.

Descolgué sin mirar y me lo puse en la oreja.

—¿Quién coño es? —escupí con desagrado.

—Carson, soy Ethel —respondió, ignorando mi tono mordaz. Parecía nerviosa, pero no deduje lo que estaba ocurriendo hasta que escuché los lloriqueos amortiguados de fondo—. Es Harper, se ha puesto de parto. Hace un par de horas que rompió aguas y no quise avisarte todavía, pero no hace más que preguntar por ti: está histérica y creo que eres el único que puede calmarla —agregó.

Decir que el sueño se evaporó de mi organismo es quedarse corto. Me incorporé tan rápido que la cabeza me dio un leve mareo. Aunque no sabía si era por el movimiento o por el hecho de que Harper estaba en labores de parto...

—Debiste avisarme en cuanto rompió aguas —gruñí, repentinamente irritado mientras me levantaba de la cama e iba hacia el armario—. Pásamela: veré si puedo calmarla mientras llego —ordené.

Cogí una sudadera cuando escuché los sollozos de Harper más cerca, hasta que al fin habló, sorbiendo por la nariz.

—¿Carson? —gimoteó con voz infantil.

—Ey, Nachtigallrespondí, intentando sonar animado.

No sabía que podía ser tan difícil vestirse con una sola mano.

—¿Dónde estás? Te necesito —sollozó antes de soltar un gritito entre dientes a causa de una contracción—. Te necesito y quiero matarte, en cuanto te vea voy a matarte: esto es culpa tuya —farfulló—. Nunca más volveré a tener sexo, no dejaré que nadie más vuelva a tocarme, ni siquiera tú, maldito capullo arrogante, narcisista, manos largas, pervertido... —prometió entre sollozos.

La risa brotó de mi garganta involuntariamente, sin saber exactamente como tomarme su arrebato de sinceridad fruto de los dolores. Nunca había sido muy buena soportando el dolor, pero incluso así era graciosa.

—¡No tiene gracia! —exclamó.

—No, no la tiene, Nachtigallrespondí con fingida solemnidad—, pero es que eres muy sexy cuando estás gruñona —la pinché.

Harper se echó a reír entre sollozos, lo que me hizo reír a mí también, pero más a causa de los nervios que porque tuviera alguna gracia.

—Ahora mismo soy de todo menos sexy —reconoció—. No soy nada sexy, soy una bola de billar y tu hijo me está destrozando las entrañas —gimió.

Salí de la habitación con las llaves del coche apretadas en el puño. Por el camino me encontré a Himura saliendo del ala de servicio mientras se colocaba el cuello de la americana; no necesitamos palabras cuando le lancé las llaves y él las cogió al vuelo para dirigirnos al ascensor.

Introdujo el código de seguridad para que las puertas se abrieran.

—Tú eres sexy estés como estés —repliqué.

No sabía cómo podíamos estar teniendo esa conversación cuando unas horas atrás le había hecho el corazón pedazos por milésima vez en menos de un año. Era incapaz de entender cómo podía quererme a su lado en un momento tan crítico e importante, porque sí, yo era el padre, pero la que estaba sufriendo el proceso era ella: yo en su lugar estaría mil veces peor.

BEAUTIFUL LIESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora