CARSON
"Estaban absolutamente
intoxicados el uno del otro."Alguna vez había escuchado que una de las formas más desinteresadas de demostrar que amabas a alguien era dejándolo ir, y eso era lo que se suponía que debía hacer con lo que sentía hacia Harper, pero ¿hacia Cayden?
No, nunca podría dejarlo.
Me había hecho la férrea promesa de ser un buen padre aunque fuera un pésimo exnovio para Harper. Lo que había sucedido la última vez no podía repetirse por mucho que me hubiera gustado sentir su piel con mi piel, su aliento, sus gemidos y la forma en la que pronunciaba mi nombre, que eran como el canto gregoriano para mis oídos por mucho que me costara admitirlo.
Había echado de menos la sensación de estar dentro de ella: no existía nada más oscuro y placentero que caer en los encantos de un ángel con el poder de seducción de un jodido demonio. Porque sí, Harper era mi karma, mi némesis y posiblemente el castigo que pagaría el resto de mi vida, pero estaba más que dispuesto a pagar el precio.
Cuando pensaba que tenía los límites definidos la cagaba y tenía que poner el reloj a contar de nuevo. Quizá en otra vida Harper hubiera sido mi final feliz, pero para mi desgracia había encontrado a la persona adecuada en el momento más incorrecto de mi miserable existencia.
Todo eso pasaba por mi mente mientras deslizaba el cepillo por el lomo de Xhantos para limpiarlo. Su pelaje negro brillaba como los diamantes, pero mi tendencia a la perfección no me permitía dejar el trabajo a medias.
—Tierra llamando a Carson —me llamó Erin.
La miré por encima del hombro con una media sonrisa mientras venía a mi encuentro en compañía de Atenea: su yegua. Al igual que Xhantos tenía el pelaje de un lustroso negro caoba.
—Lo siento..., estaba pensando...
Supongo que ser gemelos como nosotros los unía con el mismo vínculo que a mí me unía con Erin.
La historia de Xhantos y Atenea tenía mucha similitud con la de Erin y la mía, ya que habían nacido en noviembre como nosotros, tenían el pelaje negro como nuestros cabellos y Atenea había nacido primero que Xhantos con dos minutos de diferencia, igual que Erin y yo.
Fueron el regalo del abuelo Abraham en el momento de nuestro nacimiento: la yegua para mi gemela y el macho para mí, ya que según él, se parecían a nosotros en variados aspectos.
Y sí, solían decir que los animales se parecían a sus dueños, tanto era así que no se podía negar que Atenea era como Erin: regia, fría y perfeccionista mientras que Xhantos era imponente y de temperamento volátil, pero de carácter manso con las personas que apreciaba.
Cuando nos separaron, Xhantos y Atenea fueron el único vínculo que nos unió durante más de trece años y por eso supongo que apreciábamos tanto a nuestros caballos, porque durante años fueron el único recordatorio para saber que siempre íbamos a estar unidos; que fuimos reales.
Erin se acercó y cogió otro cepillo para Atenea.
—Pensando en la noche que pasaste con Harper, ¿verdad? —comentó como quien no quería la cosa.
Por inercia puse los ojos en blanco y solté una risita por la nariz. A veces tenía la puta sensación de que podía leerme el pensamiento o algo así. Estaba seguro de que no era normal que supiera esas cosas.
Pero para qué mentirle sabiendo que me descubriría tarde o temprano.
—¿Y tú cómo lo sabes? —increpé con expresión ceñuda—. ¿Himura sigue contándote cosas?
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BEAUTIFUL LIES
Teen Fiction[LIBRO III] Harper y Carson han atravesado un infierno para descubrir la verdad de todas sus mentiras. Y aún así, parece que su momento aún no ha llegado. Tras el nacimiento de Cayden, Harper está decidida a mirar hacia delante y perseguir sus meta...