XVII

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[H]

Horacio estaba disfrutando de su desayuno, estaba calentito y había bañado sus panqueques en una deliciosa mantequilla y miel de maple. Su café tampoco estaba mal, estaba un poco azucarado pero aún así el de cresta estaba disfrutándolo con bastante pacifismo y tranquilidad.

Ahora se encontraba solo en aquel comedor. La mujer que llevaba a los pequeños niños había salido por una puerta de cristal que daba al comedor exterior, y luego hacía la calle; mientras que el otro sujeto se fue tras dejar su paga en una carpeta que contenía la cuenta.
Él había pasado junto a Horacio, caminaba con lentitud y no llevaba prisa, por lo que Horacio notó con facilidad su perfume.

Era algo peliagudo. Difícil de distinguir.

Como Canela y leche condensada. Era delicioso. Aunque eso solo hizo que a Horacio se le abriera aún más el apetito.

El chico mesero que antes había recibido a Horacio con amabilidad ahora estaba caminando hacia él de manera indefinida, como si quiera ir y a la vez no. Lleva un cuaderno negro sobre sus manos.
Horacio lo miró caminar hacia el mientras le daba un trago más a su taza de café.

—Disculpe —Le llamó algo temeroso. —, aquella persona vestida de gris. El extranjero...

Horacio frunció el ceño.

—Se fue y dejó esto sobre su mesa —Le mostró un cuaderno y lo dejó a las manos de Horacio, al igual que una pluma azul algo delgada. —, ¿vio hacia dónde se fue?

—Ah, no... lo siento.

—Oh, bueno, en ese caso, ¿Podría devolverle el cuaderno? .

—¿Dis-disculpa? —Horacio sonrió con un gesto confundido en el rostro.

—Ah... es que, ambos pidieron ese extraño café mentolado, no es algo muy usual, por lo que pensé que se conocían.

—Oh, ya veo.. . —Horacio le hecho un vistazo de nuevo al cuaderno. —Estaré un poco más aquí, puedo estar atento a si vuelve y entregárselo. Si no lo encuentro entonces lo dejaré contigo, ¿bien?.

El chico sonrió y luego asintió de manera agradecida ante la proposición de el de cresta. Horacio dejó la extraña libreta sobre la mesa y continuó comiendo estando atento hacia la puerta principal, y a la puerta exterior del comedor.

Pasaron algunos minutos, pero aún no había nada. Nadie que Horacio pudiera identificar como el chico de antes llegaba...
Había terminado de comer y ahora estaba mirando con más atención la libreta de antes. La textura de la pasta era como la de un libro grueso, o parecida a la sensación de una chaqueta de cuero. Las primeras páginas estaban vacías, sin embargo Horacio se encontró con la primera hoja usada.

"Cielo Santísimo, tengo que pedirte un favor. Dale una gran patada en las bolas a Jack Conway por mi. Yo quisiera hacerlo pero me da miedo dañar la integridad de sus futuros fracasados hijos, no necesito hacerme responsable de más problemas. "

Era una letra cursiva con una caligrafía perfecta. Las letras que coincidían casi no tenían diferencias entre sí, como si lo hubiera impreso una maquina, aunque estaba bastante claro que había sido escrito manualmente.

¿Qué era eso...?
¿Una libreta de extrañas plegarias deseando el mal para otras personas?

Horacio siguió y pasó algunas otras páginas.

"Pensamientos que no debería estar teniendo.

Mi.
Padre.
Es.
Una.
Reverenda.
Mierda."

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora