XXIV

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[H]

Horacio estaba tomando una ducha caliente mientras escuchaba las canciones clásicas de Amy Winehouse, entre ellas Black to Black, la cual parecía ser una de las favoritas de Horacio.

Bailaba y cantaba entre el vapor que producía el agua caliente, y cuando finalmente terminó secó la mayoría de su cuerpo con una toalla seca, se puso una de esas batas que tanto le gustaban y planeó ir por un jugo de uva con gas cuando la música se detuvo y comenzó a sonar el tono de llamada predeterminado en su teléfono.

Horacio frunció el ceño y miró la pantalla para asegurarse de quien era la persona que llamaba. Cuando lo notó sonrió y deslizó su dedo para contestar el teléfono.

—¿Desea usted ponerse en contacto con un hombre guapo, pobre y con una cresta rompecorazones? —Preguntó Horacio mientras continuaba con lo planeado, dirigirse al minibar y tomar un jugo...

—Rapate la puta cresta —Le respondió su casi hermano del alma. Horacio hizo una mueca en cuanto escuchó aquello.

Horacio se preguntaba porqué Gustabo estaba llamado tan de repente. Es decir, sí, estaba fuera, en una ciudad que le causaba problemas emocionales, completamente solo y con una cantidad de dinero limitada....

No había razón para que Gustabo lo llamara justo un día antes de que Horacio planeara ir al cementerio donde su madre estaba enterrada. Porque, bueno, Horacio es fuerte emocionalmente.

Guiño, guiño.

—¿Cómo va la cosa? —Preguntó Gustabo, se oía como comía tras la bocina del teléfono, pero Horacio simplemente ignoró aquello, ya que estaba más que acostumbrado a el desorden de su hermano.

—Bueno, esta bien, creo... —Respondió Horacio sin dar muchos detalles al respecto.

—¿Esta realmente bien? —Cuestionó otra vez, tratando se asegurarse.

Horacio sonrió ante la dulce preocupación de su hermano y una vez más afirmó que todo estaba bien con él y con Nueva York.
Sinceramente a Horacio no le agradaba hablar sobre Claudio con Gustabo, el rubio parecía odiarlo demasiado y la verdad es que no se le juzgaba por ello. Claudio le hizo pasar malos ratos al de cresta, ratos que a veces consistían desde horas, hasta meses de lloriqueos y a veces, sangre entre las muñecas de Horacio.

Para Gustabo era una tortura ver de esa manera a la única persona que lo acompañó desde su niñez, trataba de hacer lo que podía cuando se trataba de él, pero en algún momento, Gustabo realmente creyó que Horacio ya había tocado fondo.

Tal vez fue esa vez que consumió estupefacientes y caminó hacia el mar a la media noche.

O tal vez fue aquella vez que Horacio casi se tiró del balcón de su departamento...

Definitivamente, Claudio era el concepto de odio puro cuando su nombre cruzaba por los oídos del rubio. Desde una primera instancia a Gustabo ni siquiera le agradó, todo el tiempo estaba diciendo que él no era bueno para Horacio, y bueno, él jamás se equivocaba en cuanto a sus extraños presentimientos.

Claudio terminó por dañarse físicamente a sí mismo y desafortunadamente al de cresta también.

De la misma manera, terminó por destruir aquella estabilidad emocional que a Horacio tanto le costaba mantener.

Tal vez por eso Horacio estaba asustado de salir con el señor Ford en primer lugar. Porque no quería que aquello de las relaciones se convirtiera en un círculo bizarro que solo lo dañara a sí mismo.

Oh, Nueva York era tan malo cuando de los sentimientos de Horacio se trataba.

Pero, últimamente, no estaba siendo tan malo.

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora