XXXV

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[...]

Volkov estaba incómodo, encogido en su asiento mientras trataba de ignorar los murmullos y descarados susurros que las otras personas soltaban sobre él.
Estaba mirando la ventanilla mientras que con una mano sostenía el chocolate que antes le había obsequiado aquel desconocido detrás de él.

Mirar a Horacio ya no parecía una opción...
No luego de todos los pensamientos que Volkov tuvo después de haber "aclarado las cosas".

Aparentemente Horacio se había ido por la mañana para cambiar la fecha de su vuelo, adelantar su partida y regresar junto a Volkov a Los Santos en el asiento de al lado, sin embargo, aunque aquello pareciera "tierno" el ruso aún se seguía mortificando por pequeñas cosas.
Por alguna razón, el que Horacio no estuviera allí para cuando él despertara le dolió en el corazón y también un poco en el orgullo.

Después de todas las cosas que hicieron.
Después de todas las partes que tocaron.

La única expectativa del ruso era encontrarse con la mirada somnolienta de Horacio a la mañana siguiente, pero no, su deseo fue rotundamente negado.

Volkov simplemente no podía comprender que después de... todo eso, Horacio lo dejara solo.

"Déjame ver tu rostro" Había dicho de manera casi suplicante el ruso.

Horacio estaba sobre él. Tratándolo suavemente y siendo cuidadoso de no herirlo o lastimarlo cuando dejaba caer sus caderas sobre las de Volkov.

La imagen de Horacio tratando de ser cool y aparentar estar relajado era la más adorable que el ruso podía imaginar.
Incluso cuando el de cresta soltaba esas miradas llenas de falsa confianza y experiencia se notaba a través de sus ojos que estaba igual de nervioso que el contrario.

"Mírame" Le había susurrado el de cresta en uno de esos momentos donde se encontraba besando sus mejillas. "Mira bien mis ojos, estoy aquí..."

Sí. Volkov definitivamente lo hizo.
No paro de mirar sus ojos hasta que se cansó y quedó exhausto de tantos movimientos, toques, caricias y susurros placenteros para ambos.

La sensación de las manos de Horacio deslizándose por sus hombros, pecho, abdomen y piernas aún seguía quemando la piel del ruso. Las partes que el de cresta había recorrido ardían cada vez que Volkov cerraba los ojos para recordar con más claridad.

¿Porqué Horacio no podía ser igual de cuidadoso en ese momento?

¿Porqué tenía que ser tan complicado de repente?

Esos cambios tan repentinos podrían matar a Volkov de un infarto, aún a su corta edad...
Horacio se recarga levemente sobre el hombro de Volkov, tratando de llamar su atención.
Volkov sobresalta y desvía la mirada hacia su compañero de asiento. Horacio le sonríe.

-¿Tienes hambre? -Le pregunta amablemente -, la comida en los aviones no siempre es muy buena, pero supongo que podría estar bien si pedimos algo mientras llegamos.

Volkov suspiró y se dejó caer hacia el lado contrario. Alejándose de Horacio.
Se queda callado por unos segundos, desvía la mirada hacia las otras personas y duda en si debería contestar o no.

-Quisiera saber si realmente fue importante para ti -Balbuceó el ruso sin pensar en lo que podría ocurrir si el contrario lo escuchaba.

Horacio alzó la mirada, con un gesto sorprendido pero confundido a la vez. Sonrió de una manera nerviosa y luego dudo en si había escuchado bien al contrario.

-¿Qué? -Preguntó desconcertado -, n-no entiendo, ¿qué quieres decir?

Oh. Al parecer lo escucho.
Bueno, ahora inevitable.

Café Mentolado || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora