amnesia limites...

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Él cerró los ojos con fuerza, como si quisiera que las imágenes de su pesadilla desaparecieran y tan de pronto como su memoria lo había hecho.

—Pero no dejas que te toque.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Había deseado que me tocara desde la primera noche aquí. No de esta manera, sin embargo, no porque él estuviera aterrorizado y necesitando consuelo. Cuando me encontré con sus ojos, todas mis objeciones se desvanecieron. Él me observó como si fuera algo increíblemente preciado para él. Yo estaba atrapada en el entendimiento de que si le daba la espalda ahora, estaría validando sus ideas de que él no era nada más que un monstruo.

Tomé su mano y la apoyé sobre mi pecho, dejando que sintiera el latido de mi corazón. Sus ojos se abrieron momentáneamente, como si sintiera el insistente golpeteo. Mi cuerpo no deseaba nada más que su tacto, pero como lo había rechazado un segundo atrás, no sabía qué decir.

—Drew —su nombre se deslizó de mis labios y fue todo lo que se necesitó decir.

Él me bajó a la almohada otra vez, y me inmovilizó en la cama, besando y acariciando mi cuello. Inhalé la esencia de su loción, intentando memorizar este momento.

Me levantó hasta una posición sentada y me quitó la camiseta, arrojándola al suelo. Me gustó que no hubiera preguntado; sólo hizo lo que quería, todo con perfecta habilidad. Su mirada bajó a mi pecho, y sus manos se unieron a la inspección, suavemente pasando las yemas de sus dedos por debajo de mis pechos, hundiéndose entre mi escote, rodeando mis pezones, pero jamás tocándolos.

El calor y la humedad inundó mi entrepierna y dejé escapar un pequeño gemido.

—Shh. Lo aliviaré —susurró.

Bajó su cabeza y besó mis pechos con el mismo patrón, todo menos donde lo necesitaba. Cuando mis jadeos se hicieron más pesados, finalmente deslizó su lengua a través de mi pezón y yo incliné la espalda, presionando mis pechos más adentro de su boca. Su lengua lamió círculos lentos y sencillos mientras que tiraba de mis pechos juntos con sus manos. Jamás había recibido tanta atención en mis pechos, y nunca creí que me pondría tan caliente.

Deslicé las manos debajo de su camiseta, y las pasé por sus abdominales, amando el sólido tacto de él. Le arranqué la camiseta por la cabeza y se unió a la mía en el suelo. Él siguió besándome y el efecto de su piel, cálida y suave, contra la mía me llevó por encima del borde. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y empujé mis caderas hacia las suyas, moliéndome contra él. Solté un grito ahogado ante el contacto.

Luego de besarme por varios minutos más mientras yo continuaba apretándome contra él, él buscó entre nosotros y bajó mis bragas por mis muslos. Gracias a Dios. Estaba lista. Busqué la cinturilla de sus calzoncillos, pero él sacudió la cabeza.

—Aún no.

Tragué y dejé mis manos a ambos lados, asintiendo como una buena chica. No quería hacer nada que lo ahuyentara. No cuando estaba tan necesitada de la liberación que él podía darme.

—Drew —gemí sonoramente, frustración y tensión sexual evidente en mi voz.

—Lo sé, nena. —Besó mi frente y se apoyó sobre sus codos, posicionándose entre mis piernas. Las separó de repente, y se mantuvo allí. Estaba completamente expuesta, y en exhibición para su inspección, pero no me sentía cohibida en ese momento. Quería todo lo que él pudiera darme.

Justo como aquella primera noche, me extendió abierta, deslizando sus dedos arriba y abajo por la longitud de mi humedad. Amaba que fuera sin prisa.

 

Con los otros dos hombres con los que había estado, había sido una carrera hacia la meta, se apresuraban a meterse adentro de mí, a salir y luego irse.

 

Drew sólo parecía preocupado por extraer mi placer, como si el acto de amarme pudiera sanarlo de alguna manera pequeña.

Luego de varios minutos de torturarme con sus dedos y observarme retorcerme mientras me besaba la parte interior de los muslos, el vientre y las caderas, finalmente movió su lengua a través de mi clítoris. Mis caderas se dispararon de la cama. Él se rió y sostuvo mis piernas en su lugar en la cama, luego bajó su boca hacia mí una vez más. Me chupó el clítoris en su boca, su lengua dando vueltas contra mí. Jadeé y empujé hacia su boca, ya sin preocuparme como me veía para él. Me calentaba más de lo que jamás había estado.

Abrió mis piernas y con entusiasmo succionó mis pliegues. Grité en voz alta. No había nada tentativo o tímido en sus toques. Me trabajó como si hubiera conocido mi cuerpo por años más que días. Ver ese lado de él era un nuevo descubrimiento. No había nada fugaz o impersonal sobre esto. Con Drew era todo o nada. ¿Es por eso que se había retenido de hacer el amor conmigo?

Cuando mis gritos aumentaron, aún así no cedió. Sólo me sostuvo en mi lugar y siguió lamiéndome y chupándome en mis partes más sensibles hasta que me derrumbé. Mi orgasmo se construyó lentamente, pero una vez que se estrelló contra mí, gemí su nombre en un sollozo final y me caí contra la cama, completamente agotada.

Drew se rió contra mí, y acurrucó su cuerpo contra el mío, sosteniéndome mientras las réplicas de mi orgasmo pulsaban a través de mi cuerpo.

Luego de un rato, encontró mis bragas y las deslizó de vuelta por mis piernas, poniéndolas en su lugar y luego apretándome en sus brazos otra vez. La hora de juego estaba aparentemente acabada.

Odiaba el sentimiento de que lo estaba usando para mi propio placer, pero sabía que no me dejaría devolverle el favor. No tenía la energía para examinar esta nueva parte de nuestra relación como él quería, pero mi último pensamiento antes de caer dormida fue que si esta era la única manera en la que podía darle consuelo y alejar sus pesadillas, entonces que así sea. Egoísta, lo sé. Jodida Madre Teresa, aquí.

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