Capítulo 14

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—Papá, mamá, perdón por tardar—Susurró, mientras se ponía de rodillas, sentándose sobre sus pies, frente a las lápidas que indicaban el lugar donde sus padres reposaban.

Como tradición de cada cumpleaños, ella y sus padres solían salir a almorzar a su cabaña privada a las afueras de la ciudad, celebraban juntos con un pequeño pastel y con la alegría inmensa de estar juntos en esas fechas tan especiales. Este año sería diferente, y habría que cambiar la tradición.

—Todos los días los extraño un poco más—. Una lágrima rodó por su mejilla, mientras acariciaba las siluetas de los nombres de sus padres, impresos en la lápida de mármol—. Y en días como hoy, los necesito tanto aquí, diciendome cuánto me aman, sonriendo conmigo.

Suspiró, mientras tomaba de manos de Beth el pastel que había comprado en el camino, y que adornó con velas, las cuales Clarissa se encargó de encender, una a una, tratando de que sus lágrimas no terminaran por apagarlas, ni el viento frío que en este lugar solía hacer, lo que lo hacía aún más triste.

—Gracias por todo lo que hicieron por mí durante tantos años—Susurró, mientras su rostro se llenaba de lágrimas—Gracias por darme la vida y hacerme la persona que soy.

Y como si fuera una señal, justo cuando ella iba a soplar las velas, una ráfaga de viento suave apagó todas las velas del pastel, junto con ella.

—Gracias por soplar las velitas conmigo.

Y luego de acomodar las flores blancas en sus tumbas, se levantó con el pastel aún en las manos, y caminó en silencio junto a Beth, que puso lentes oscuros en el rostro de Clarissa para disimular el enrojecimiento de sus ojos por las lágrimas que había derramado.

Subieron juntas al automóvil de Clarissa, e inmediatamente fueron camino a la residencia Gallagher, que ya empezaba a preparar sus grandes e imponentes salones para recibir a los invitados.

—¿No quieres repasar una última vez la lista de invitados? —Beth rompió el silencio, mientras centraba su vista al frente.

—No, no quiero volver a ver que tuve que invitar a Souviere y a su perrito faldero—Masculló molesta, mientras llevaba su vista a la ventana—. A la gala y a la fiesta, todo por las putas reglas.

Entre el reglamento de la empresa, su padre, que era tan buena persona con todos sus empleados, decidió que a toda gala debían asistir todos los empleados, y a las fiestas privadas, todos los directivos, junto con asistentes y acompañantes. No importaba qué clase de roces y conflictos se tuvieran.

—Ya casi serás socia mayoritaria, y vas a poder tener todo el control y eliminar la regla, o a Souviere.

Dejó escapar una pequeña risita, que se veía demasiado graciosa en medio de ese rostro adornado con algunos tonos rojizos en ojos y nariz, y lucía como cuando el arcoíris aparece luego de la tormenta, o cuando nace una flor de loto en medio del fango.

Llegaron juntas a la casa, para poder descansar un poco antes de empezar los preparativos para su gran noche. El gran salón de la residencia Gallagher desde temprano se encontraba en limpieza, y para la tarde, la decoradora empezaba a correr de un lado a otro para tener todo en su lugar a tiempo. Trabajar para Miss Gallagher te daba un status superior, y si trabajabas bien, la bonificación era mucho mayor.

—No quiero ver nada de la decoración hasta la noche—Murmuró Clarissa, mientras, buscando reír un poco, se tapaba los ojos, y caminaba guiada por Beth hacia su habitación.

—Trata de dormir un poco, porque debes estar radiante esta noche—Dijo la pelirroja justo antes de salir.

—Tú también debes estarlo—Respondió Clarissa, lanzándole un beso antes de recostarse.

Contrato de matrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora