Capítulo 52

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—Para haber perdido un bebé, fuiste demasiado fértil—Murmuró Beth entre risas coquetas mientras bebía un vaso de agua y llevaba una pastilla a su boca—. ¿Nunca pensaste en anticonceptivos?

—Elizabeth, estaba casada con un tipo con el que ni siquiera imaginé llegar a acostarme—Respondió, un tanto nerviosa cuando el llanto había cesado—. Los medios no me permitían nada casual, y aparte era según los médicos estéril, ni siquiera me pasó por la cabeza.

—Alan es mi ídolo en estos momentos, la verdad—Respondió la pelirroja, lanzando un beso hacia el cielo—. Gracias por darme este regalo.

Clarissa sintió nuevamente sus ojos llenarse de lágrimas. No se había detenido a pensar en el regalo que había dejado él en su vientre antes de despedirse; pensaba en sus palabras camino al hospital.

"Hubiera querido que nosotros también viviéramos ese sueño"

Nunca le había mencionado que sus médicos indicaban que no podría tener hijos por su fallido embarazo previo por lo que en algún momento él se habría permitido ilusionarse con un pequeño hijo suyo. Ahora ese sueño era real, pero él no estaría para poder disfrutarlo.

Recordó también las palabras de Alan respecto al sexo del bebé de su mejor amiga, lo que la hizo sobresaltarse y limpiarse las lágrimas de inmediato para dirigirse a su mejor amiga.

—Cambiando de tema, ¿Ya sabes qué será?—Preguntó con gran curiosidad.

Beth pensó unos instantes, pero enseguida supo que no podría ocultárselo mucho tiempo a su mejor amiga, así que no le daría tiempo de preparar ninguna sorpresa. Decidió contarle de una vez.

—Es niña—Respondió con sus ojos llenos de lágrimas de emoción, mientras se acercaba a su mejor amiga para abrazarla. Clarissa también sentía nuevamente las lágrimas corriendo por sus mejillas, sin embargo estas tenían un tinte de dolor en ellas, lo que preocupó a Beth, que la miró a los ojos.

—¿Qué sucede?—Preguntó la pelirroja, asustada de verla llorar con tanta tristeza.

—Alan dijo que sería niña—Sollozó.

Y fue así como también logró que Beth soltara varias lágrimas, volviéndose a abrazar con fuerza a su amiga.

Un embarazo de alto riesgo había tenido que llevar a Clarissa a las más extremas condiciones. Tenía que trabajar desde su residencia, y sólo podía hacerlo durante unas tres o cuatro horas sin estresarse, por lo que un asistente adicional y un consejero fueron la herramienta que le permitiría vivir su embarazo sin arriesgarse demasiado a perder la estabilidad de su empresa. Además de eso, su dieta, medicamentos, suplementos, todo fue enfocado en que ella pudiera recuperarse de ese capítulo y tener los nutrientes en su cuerpo necesarios. Beth estaba llegando al final del segundo trimestre, por lo que tampoco podía contar demasiado con su apoyo en el trabajo, y decidió concederle una licencia de maternidad para que no tuviera preocupaciones en su ultimo trimestre, el cual empezaba a ser más complejo porque su vientre había crecido tanto que ya no soportaba estar más de 20 minutos en pie, y que le había impedido ir a la visita de revelación de sexo del bebé de Clarissa para enterarse que su mejor amiga daría a luz a la niña que probablemente completaría la segunda generación de Gallagher-Williams.

Y es que aparte del crecimiento de su vientre, Beth estaba viviendo una crisis en la que verse al espejo con tanto peso, sentirse tan cansada y tan poco proactiva empezaba a pasarle factura, haciendo que no se sintiera lo suficientemente contenta como en el principio de su gestación, y fue por eso que Clarissa decidió ser la organizadora de la fiesta para la nueva integrante de la familia, para que todos celebraran su próximo nacimiento.

Se había escogido un domingo y se haría en el jardín de la residencia, la decoración de color rosa, marfil y blanco se veía impecable, y las mesas estaban repletas de dulces y golosinas para los invitados: personas allegadas a ella de su circulo social, de la empresa, y todos quienes estaban realmente interesados en que la pequeña naciera saludable y feliz. No esperaban mucha gente, pero si que fuera un evento lleno de amor.

Clarissa se había encargado hasta del vestido y el peinado de la pelirroja, que estaba en su habitación ultimando los detalles de su presentación personal. Estaba nerviosa, ansiosa, y por fin empezaba a sentir que su embarazo estaba valiendo la pena, que su cuerpo hinchado y sus estrías iban a entregarle en sus brazos la felicidad que sólo su hija iba a poder darle.

—Toc toc—Dijo Clarissa, dando dos golpecitos a la puerta que ya estaba abierta, viendo cómo su mejor amiga terminaba sus últimos toques. Se veía celestial con su vestido rosa, su peinado y su maquillaje perfectos y una sonrisa que podía iluminar todo el lugar.

—¿Cómo me veo? ¿Si se disimula que estoy a nada de perder los pies?

—Beth, estás preciosa—Exclamó con emoción, mientras se acercaba para acariciar su pancita—¿Amelia ha estado obediente el día de hoy?

—Creo que sabe que hoy es su día, así que ha estado más inquieta de lo normal—Respondió, apoyando sus manos sobre las de su amiga—. Dios, ojalá tu bebé no termine dándote de patadas en todas partes, o acomodándose en lugares donde tú no te sientes para nada cómoda.

—¡Beth, no me asustes!—Respondió, dejando salir una carcajada que contagió a su amiga y a las maquilladoras.

—Es la verdad, yo amo mi embarazo, pero no imaginas cuánto deseo que nazca, quiero verla, quiero sentirla, quiero que me deje dormir.

—No, eso si que no—Intervino una de las chicas de maquillaje, haciéndolas reír nuevamente.

Un rato después, y habiéndose tomado ya sus vitaminas, bajaron al jardín para empezar a saludar a los invitados que ya habían llegado y empezaban a disfrutar de las delicias que había dispuesto el catering para ellos, conversando todos sobre la decoración, el nacimiento, el nombre que llevaría la pequeña y que aún no había sido revelado. Todos quedaron atónitos al ver la maravilla que había hecho el embarazo en Elizabeth Williams. Había transformado a una mujer de negocios, llena de compromisos, un tanto ambiciosa, apresurada y alocada en una mujer que irradiaba paz y belleza, que se veía angelical.

Clarissa le dio su momento, haciéndose a un lado y esperándola en una de las mesas. También empezaba a notarse su vientre abultado, pero había tratado de disimularlo para evitar que se hablara de ella durante la celebración. 

Luego de la entrada triunfal de Beth, todos volvieron a sus conversaciones mientras se servía el primer plato, y de vez en cuando se acercaban a la festejada para tomarse algunas fotografías. Clarissa se encargó de hacerle sus fotos especiales, de dejar un recuerdo maravilloso de esos momentos tan bonitos para ambas, hasta que una de las personas del servicio le comunicó que la necesitaban en la sala.

Caminó con ayuda de ella, y al llegar a la sala, se encontró con una figura masculina que miraba a través de la ventana. Al escuchar sus pasos se dio la vuelta, y la miró fijamente a los ojos, haciendo que se pusiera un tanto nerviosa.

—Me enteré lo que sucedió con tu esposo, lo siento mucho—Dijo Andrew con un tono de ternura en su voz, mientras se acercaba a ella. 

Contrato de matrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora