Capítulo 20

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Iba en un auto camino a encontrarse con su mejor amiga a un lugar que, en realidad, desconocía.

—¿A dónde me lleva?—Preguntó, mientras, nerviosa, le daba vueltas una y otra vez a su teléfono, mirando ocasionalmente a la ventana.

—Silencio, señorita—Escuchó respuesta por parte de una voz masculina en la parte delantera del vehículo.

Hacía algunas horas habían recibido todos las invitaciones dadas por Apolo Souviere, creando confusión en todas las personas presentes en la casa. Beth había recibido un mensaje adicional, una carta escrita por el puño y letra de Souviere, en el que le mencionaba un listado de pasos que debía cumplir para evitar que "le volara la cabeza a Gallagher".

Primero, debía hablar con la policía, y retirar la denuncia por desaparición que habría puesto el día que Clarissa no llegó a casa; segundo, debía explicarle a todos en la casa que ella conocía que Alan y Clarissa tenían un romance secreto, y que debía fingir estar feliz por ella. Luego de cumplir estos mandatos, un automóvil llegaría a la residencia para llevarla hasta la ubicación de su mejor amiga, y sin decir una sola palabra, aceptaría ser la madrina y dama de honor en la boda, luego llegaría otro vehículo más grande para llevar al resto de empleados.

"No soy tan malo después de todo" finalizó en su carta.

—Perdón—Respondió, guardando silencio.

Un largo rato después, el automóvil arribó a la elegante cabaña, en la que Apolo y sus guardias la esperaban en la puerta principal de la casa, él con la sonrisa cínica de siempre en el rostro, satisfecho por lograr su cometido.

—Baje, señorita—Dijo el chofer, mientras le abría la puerta y la ayudaba a bajar del vehículo.

—Querida Elizabeth, bienvenida—Exclamó Souviere, acercándose a ella para saludarla con dos besos y un caluroso abrazo, que terminó con una de sus manos rozando su trasero.

Ella inmediatamente se separó, y lo fulminó con la mirada.

—No era necesaria tanta familiaridad—Respondió ella, claramente incómoda.

—Claro que si, somos familia ahora—Respondió, mientras pasaba una mano por su cintura y la guiaba hacia dentro de la casa—. ¿Deseas algo de tomar mientras Clarissa termina de arreglarse?

—No, gracias, estoy bien así—Respondió, con un hilo de voz, agachando la cabeza—. ¿Puedo ver a Clari?

—¿Por qué? ¿No te agrada mi compañía?—La sonrisa de Apolo se tornó más malévola y perversa, mientras acercaba su rostro a su cuello, depositando un beso en el.

—Padre, tenemos problemas—Alan interrumpió, arrepintiéndose de inmediato cuando su padre lo fulminó con la mirada.

—Clarissa está arriba, segunda puerta a la derecha, ella te explicará todo.

Y Elizabeth huyó corriendo, antes de que Apolo explotara y pudiera hacerle daño. Sólo pudo escuchar como Apolo le propinaba una cachetada a su hijo.

Un guardia le abrió la puerta al llegar, y observó todo su paso hacia dentro de la habitación, en donde Clarissa se encontraba con dos estilistas, quienes la estaban peinando y arreglando para la boda. Su rostro se iluminó al ver a la pelirroja entrar en la habitación, y corrió hacia ella, abrazándola con fuerza.

—Clari, cariño—Susurró ella, también abrazándola con fuerza, dejando salir unas lágrimas mientras acariciaba su espalda.

Las estilistas mientras tanto las observaban nerviosas, sabían que algo extraño sucedía en esa casa, pero le temían al hombre que las contrató, por lo que se apuraron a separarlas, y trataron de evitar que el maquillaje de Clarissa se arruinara por una que otra lágrima que amenazaba por salir.

—Señorita, por favor, trate de no llorar, nos costó demasiado tapar sus ojeras y ojos hinchados.

—Por favor, salgan—Ordenó, mientras llevaba su mirada al piso, no quería verlas.

—Pero señorita, aún nos falta su amiga.

—He dicho que salgan, luego vuelven—Puso un poco de firmeza en su voz.

Y las dos chicas salieron cabizbajas, ante la mirada de los dos imponentes guardias de la puerta.

—¿Qué está pasando? —Preguntó la pelirroja confundida. Clarissa suspiró.

—Me obligan a casarme con Souviere—Respondió, en voz baja—. Por un contrato.

—No estoy entendiendo.

—Me obligaron a firmar un contrato en el que acepto casarme, le doy mi apellido, lo recibo en mi casa y le cedo mis acciones.

—¿Qué? ¡Eso es absurdo! —Exclamó Beth en voz alta.

—Shhh, baja la voz—Respondió Clarissa en un susurro mientras cubría su boca.

—Perdón—Respiró profundo y continuó—. Pero puedes divorciarte de inmediato, ¿No?

—Debo cederle ya un 5% de mis acciones por matrimonio, si me divorcio antes de 6 meses, serán 40 más, si me soporto 6 meses, serán 20%.

—¿Y podías oponerte?

—No—Suspiró, tomando sus manos—Tienen pruebas de lo que pasó con Andrew, del aborto, del tratamiento en casa, y...

Su rostro se tornó melancólico, preocupado.

—¿Y?

—Un video de ti teniendo sexo el día de mi fiesta.

Beth se quedó estática, su piel se puso pálida como una hoja de papel y sus ojos quedaron perdidos en algún lugar de la habitación. Soltó las manos de Clarissa, pero ella logró sentir como su temperatura bajó hasta quedar helada. 

—¿Beth?

—¿Estás segura que soy yo? —Susurró por fin.

—Tu cara, tu voz, todo quedó perfectamente grabado—Respondió, volviendo a tomar sus manos, pero ella las volvió a quitar.

—Soy una completa imbécil—Susurró, mientras se ponía de pie, empezando a golpear las paredes y a tirar todo lo que encontrara a su paso—. ¡Soy la persona más estúpidamente imbécil del planeta, doy asco, soy una completa zorra, soy...!

—Beth, cálmate por favor—Se acercó Clarissa, tratando de apaciguar sus ánimos.

—¡No me puedo calmar! —Gritó con fuerza—. ¿Qué no te das cuenta en el lío en el que te metí por zorra? 

—Que bueno que lo aceptas—Murmuró Apolo, mientras entraba en la habitación, logrando poner nerviosa a la imponente Miss Gallagher.

—¡Maldito imbécil! —Beth dio un salto y trató de lanzarse sobre Apolo para golpearlo, pero fue inmediatamente detenida por uno de sus guardias.

—Ni lo intentes, perra, porque no dudaría ni un minuto en volarte la cabeza de un disparo—Respondió, mientras se acercaba a ella—. O tal vez si lo dude, porque desde que vi el video, fantaseo todas las noches contigo, y siempre logro correrme.

—Souviere, cierra la puta boca de una buena vez—Respondió Clarissa molesta. —Un anciano decrépito y asqueroso como tú nunca lograría siquiera tener una cuarta parte de una mujer como Beth.

—Querida nuera, a tu amiga la pudo tener hasta el mensajero, ¿Por qué yo no? —Ahora el acercamiento era hacia Clarissa.

—Porque hasta el mensajero tiene más dignidad que tú—Siguió encarándolo, mirándolo fijamente a los ojos—. Y deja de llenarte la boca diciéndome nuera, porque tu honor sigue siendo de dudosa existencia.

—Maldita pe...—Se detuvo antes de finalizar la frase, justo cuando su mano iba a desenfundar un revólver.

—No te conviene asesinar a tu "nuera"—Susurró, sin dejar de verlo a los ojos—. Toda Toronto apuntandote a la cabeza, ¿Recuerdas?

Salió molesto de la habitación, mientras el guardia soltaba a Elizabeth, y las dos estilistas entraban, para empezar a maquillarla y arreglarla, seguidas de otras dos encargadas del vestuario, ya tenían demasiadas trabas y ya se acercaba la hora de la ceremonia.

Contrato de matrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora