→You broke me first | Volkabo

пять

Después de la noche anterior en la que se habían abierto un poco más sentimentalmente los dos, se habían acercado aún más de lo que ya lo eran y el rubio había podido apreciar la faceta protectora que Jack tenía como padre. Su mente ahora mismo le estaba cuestionando si debería tinturarse el pelo o no ya que la raíz oscura de su cabello original estaba empezando a salir a la vez que arrasaba con el tinte rubio.

–Que le follen a mi puto pelo, luego me lo tinturo.– Murmuró en voz baja para si mismo mientras se miraba al espejo de su departamento. Si era sincero, no le gustaba permanecer en ese sitio pues, le recordaba lo malditamente solo que se encontraba y le hacía sentirse en un mar de emociones y recuerdos en bucle que no le dejaban en paz, así que se la pasaba en comisaría viendo como iban las cosas. Los nuevos le veían como un hombre serio, nostálgico e incluso triste que vagaba por los pasillos del LSPD pero, los antiguos oficiales que ahora eran capitanes, investigadores, inspectores o demás rangos, se extrañaban al verle de esa manera pues, el Gustabo que ellos habían conocido no era así.

Ayer le había prometido a Ivanov salir a patrullar con él ya que veía al pelinegro bastante emocionado por salir con él y debía admitir que se sentía cómodo a su lado pues el aura que derramaba Alexander era de felicidad absoluta por donde quiera que pasase y eso lo podía confirmar cualquier persona, incluso en su papel serio de comisario era igual de agradable que Rodríguez. Definitivamente se había vuelto muy cercano a Greco y Alex, el uno lo veía como un hermano menor y el otro como su inalcanzable amor platónico.

Busco en sus contactos a aquel que tenía agendado como "Búlgaro puto <3" y cuando finalmente lo encontró, pulsó en el botón de "Llamar".

–Alex hijo de puta, voy en diez minutos para comisaría ¿Vale? Por favor, encárgate de que no me tope con Volkov, ya sabes cómo están las cosas entre los dos y prefiero evitarme malos ratos ¿Entendido pito chico?– Escuchó una carcajada divertida del otro lado del teléfono.

–¿Por qué no vienes y lo compruebas tu mismo, García?– Gustabo pudo jurar que en ese momento el tarado de Ivanov había guiñado un ojo a pesar de que se encontrarán en una llamada de voz y, no se había equivocado.

–Sisisisi, ya tendremos tiempo para comernos las pingas. Nos vemos luego, cabrón.– Cortó la llamada sin darle tiempo a responder y tomó las llaves del auto que le había prestado su padre durante la estadía temporal en la ciudad. Bajo las escaleras tratando de no caerse como el imbécil que era pues, había notado que últimamente tenía muchos mareos pero, suponía que esto se debía al trajín diario y a los golpes que recibía -y que no trataba de evitar- por parte de las demás personas pero vamos, era algo sin importancia y que se le pasaba con una pasta de un dólar.