C A P Í T U L O 3

2.2K 99 3
                                    

—Esto no es un examen. Esto es... —Una oleada eléctrica fuerte que pulsa a través de las paredes de mi coño hasta mi culo, y luché para mantener el control de mi cuerpo, pero otra descarga sobre mi clítoris me llevó a la locura. Las paredes de mi coño y la parte inferior de mi abdomen latían y se contraían con tanta fuerza que sentía que me estaba desmoronando—. Por Dios.

Mi cuerpo se sacudía contra la mesa, estaba fuera de mi control. Traté de luchar contra las ataduras de mis muñecas. Temblando y agotada, giré mi cabeza para alejar mi rostro de mi nueva pareja. Intentaba recuperar el aliento mientras luchaba por contener las lágrimas. El dispositivo dentro de mí disminuyó su potencia hasta ser solo un zumbido pequeño, casi imperceptible. Pero después de la abrumadora sorpresa del orgasmo forzado, esa pequeña vibración era fácil de ignorar.

Bakugo dejó de presionar mis muslos y mi abdomen para meterse entre mis piernas y sacar el objeto que atormento a mi coño. Yo quería correr y esconderme, pero estaba atada. ¿Cómo pude haber respondido así a una pequeña y estúpida herramienta médica? ¿Qué me había hecho él?

Le dio un vistazo a una pantalla conectada a la roma herramienta plateada y asintió con la cabeza. —Excelente, Michiko Matsuko. La sonda médica indica que eres fértil, que estás libre de enfermedades y que tanto tu sistema reproductivo como el nervioso funcionan a niveles óptimos.

—Suéltame. —Traté de cerrar las piernas, pero él las mantuvo abiertas por las rodillas.

Mirándome con sus ojos oscuros, dijo: —Ahora eres mía y no te soltaré. No cuando tu cuerpo está tan ansioso por conocerme.

—¿Ansioso? —le cuestioné—. Tú forzaste ese placer en mí. ¡Mírame! Estoy atada a la mesa y mi trasero, mi trasero está adolorido. —Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

Quitándola con un dedo, respondió: —Las pruebas debían hacerse. No tiene nada de malo disfrutar de una pequeña pizca de placer mientras te sometes a ellas. Mientras te sometes a mí.

Un dedo fuerte y contundente trazó mis pliegues y me avergonzó sentir cuán fácilmente se deslizaba con mi humedad.

—¿Ves? Te moja. Estar atada y abierta para mí es lo que te gusta.

—¿Cómo podrías saberlo? —le respondí.

—Porque eres mi pareja. No cuestiones ni luches contra lo que es una pareja perfecta. —Encontró mi clítoris y mis caderas se inclinaron hacia él, estaban a su merced y ansiosas por su curioso contacto. Claramente, mi cuerpo y mi mente no estaban sincronizados.

—Tú, de hecho, te pareces mucho a nuestras mujeres. Deberías disfrutar de mi dedo aquí... y aquí.

Negué con la cabeza. —N-no debería —le respondí.

Ahora usaba tres dedos, su pulgar estaba sobre mi clítoris mientras deslizaba dos más profundamente adentro.

—Tienes permitido correrte con mi tacto, incluso si no nos conocemos. Nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras almas están conectadas. Ríndete, mi pequeña Extra.

Mis brazos comenzaron a temblar y me relajé sobre la mesa. Él me follaba con sus dedos, con los que encontró ese punto sensible dentro de mí. Si bien la sonda había provocado un placer intenso, sus dedos provocaron algo completamente distinto. Sus dedos eran mucho más expertos. Todavía excitada por mi examen, gemí y moví mis caderas contra su mano, ansiosa por más, incapaz de negarle a mi cuerpo la desesperada necesidad de correrme sobre su mano.

—Sí, eres muy similar. Ah, mi pareja, puedo asumir por tu reacción que he encontrado el lugar secreto dentro de ti que te conducirá al placer. ¿Ves? He dejado tus manos atadas porque sé que te gusta. Eso incrementa tu placer.

LA NOVIA DE BAKUGOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora