C A P I T U L O 11

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—¿No has encontrado uno que te guste? —preguntó Bakugo, saliendo de la unidad de baño. Levante la vista de la colección de juguetes sexuales y se me secó la boca. Aún no había visto a Bakugo completamente desnudo. De pie ante mí se encontraba un enorme macho. Tenía un aspecto letal, tan oscuro y amenazante, con su tamaño y sus formidables músculos, nadie era rival para él. No es de extrañar que me sometiera a él tan fácilmente. Simplemente irradiaba poder y, a juzgar por la forma en que mi coño comenzó a hincharse y suavizarse para él, estaba bañado de feromonas.

—Vaya, yo... mmm.

Él sonrió arrogantemente ante mi pérdida de palabras. Usando su barbilla, me señaló lo que había dejado olvidado en mi mano. —¿Quieres que te diga qué son esos o te lo demuestro?

Eché un vistazo a los extraños artilugios. Uno parecía un consolador, pero tenía forma de orbes escalonadas, angosto en la parte superior y más ancho en la parte inferior, donde mi mano lo agarraba. El otro tenía forma de U y estaba hecho de un metal liso, no tenía idea de cómo funcionaba ni en dónde iba. No pude hacerlo vibrar ni nada.

Me lamí los labios. —Demuéstramelo.

Acercándose a la cama, gateó hasta estar a mi lado y me lo quitó. Mirando hacia abajo, tocó una de las gemas en mis pezones. —¿Te gustan?

—Mmm —murmuré. El peso de las gemas era mucho menor al de la cadena y me sentía casi desnuda sin ella. Pero la cadena no había vibrado, no había hecho nada en absoluto, excepto ejercer un tirón constante. Las gemas hicieron que mis pezones se volvieran puntas endurecidas casi instantáneamente después de que Bakugo comenzara las vibraciones. El tocar mis pechos, ni siquiera el presionar los pezones con mis palmas, disminuía el dolor causado por las gemas. No estaba segura de cuánto tiempo podría durar con una tortura tan simple. Ahora este hombre quería usar unos juguetes extraños conmigo. No estaba segura de si iba a sobrevivir. Pero quería intentarlo

—Ponte sobre tu vientre.

Cuando lo cuestioné abriendo los ojos, me dijo: —Recuerda, mi pequeña Extra, te trataré como a una igual fuera de estos muros, siempre y cuando tu seguridad no esté en peligro, pero cuando se trata de follar, te someterás a mí. Siempre.

Su voz era amable, sin embargo, escuché la orden allí. Él se había hecho a un lado e hizo lo que le ordené mientras atendía a Yaoyorozu dio un paso atrás y me permitió hacer mi trabajo hasta que todos los pacientes fueron atendidos. Yo había estado a cargo y él había aceptado eso. Pero aquí, en esta habitación, él era el dominante. Lo permití no solo porque era cierto, sino porque lo quería de esa manera. Quería que Bakugo me dijera qué hacer, que tomara el control, que me atara y que se saliera con la suya. Incluso quería que me azotara. Esto me excitaba, me complacía. Llenaba una necesidad dentro de mí que no sabía que tenía. Las pruebas del programa 2Dh habían vislumbrado los lugares más profundos dentro de mí, los lugares que había escondido incluso de mí misma. Por lo tanto, no lo cuestioné. En cambio, me di la vuelta, teniendo cuidado con las gemas sobre las mantas.

—Apóyate sobre tus codos si lo necesitas. De hecho, me gustaría que lo hicieras, porque me gusta verte adornada con tanta gracia.

Con mi peso en mis antebrazos, mi espalda estaba arqueada y mis pechos sobresalían. Sí, basada en la forma en que sus ojos se oscurecieron y sus párpados se entrecerraron, a él le gustó. Me sentía... hermosa.

Su mano descendió por mi espalda, tocando el arco de mi columna vertebral hasta que tocó una nalga.

—Tan perfecto...

—No vas a nalguearme, ¿verdad? —pregunté, tensándome y esperando el primer golpe resonante de su palma. Sentí que mi coño lloraba ante la idea.

LA NOVIA DE BAKUGOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora