CAP 30

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Christopher se queda a su lado contra todo pronóstico. Sabe que se está arriesgando, una parte de su consciencia le advierte que posiblemente lo esté usando a falta de su "nuevo amor", pero parece no importarle. De cualquier forma, tiene la oportunidad de tenerle cerca, de abrazarle si se lo pide, de prestarle un hombro si necesita llorar. Porque pese a no haber hablado, sabe que para Dulce no es fácil tener en frente a su madre biológica.

Y eso último tampoco se lo ha dicho, pero con el instinto de un hombre enamorado y gran lector corporal de la ex pelirroja, lo tiene claro. Un susurro con "quédate" y un leve temblor en los hombros le sirvieron para saber que Dulce no estaba bien, que necesitaba un pecho en donde llorar y que, aunque por fuera destila seguridad, por dentro tiene miedo y no sabe cómo actuar.

–Todavía no se ha muerto y apuesto lo que quieras a que no te ha incluido en el testamento –es el saludo de Dulce–, puedes irte por donde viniste.

Hasta ese momento, Alma rey había creído que el mayor dolor fue cuando les arrebataron a sus hijas. Pero estaba equivocada, pues no hay dolor más grande y desgarrador que toparse con el odio y resentimiento de una de ellas.

La mirada cargada de rencor y la pose a la defensiva le recuerdan a Blanca Guadalupe. Quiere llorar, arrancarse los ojos, abrazarla fuerte, gritarle que es su madre; no obstante, se calla.

Por otro lado, Roberta se atraganta con cuantas galletas le caben para evitar llorar. Tiene a su madre a pocos pasos y está siendo testigo del desprecio de su hermana.
¿Cuántas porquerías le habrán inventado?

–Vine a saber cual es el estado de salud de mi socio, y a ofrecer mi ayuda para lo que...

–Por favor, Alma –Dulce levantó la vista para encontrarse con blanca, que venía saliendo de uno de los pasillos–, no es necesario mentir ya. Tú quieres ver a mi esposo muerto, pero no te vas a salir con la tuya fíjate. Hemos encontrado donante, muñeca.

Christopher se sorprende cuando su ex suegra deja un beso en la mejilla de Dulce, antes de abrazarla de forma protectora. Se pregunta de qué intenta protegerla, si ella es el verdadero enemigo y lo invaden las ganas de alejarla.

–¿Cómo? ¿Quién?

–Maite, cariño. Uno de sus colegas se contactó con un hospital de Houston, al paciente le declararon muerte cerebral y su familia quiere donar sus órganos. Su padre pronto estará bien, niñas –sonríe Blanca, dedicando su atención un rato a Roberta.

–El señor no es mi padre –responde ella en cambio–, buenas tardes, señora rey –continúa poniéndose de pie.

Alma se frota los ojos para comprobar si lo que está viendo no es producto de su imaginación. Intercala la mirada entre la castaña que abraza su peor enemiga y la pelirroja, que, a diferencia de su gemela, la mira con los ojos empañados.

No hay odio, ni rencor, ni resentimiento. Hay..., nostalgia.

–entonces nos harías un gran favor yéndote, al igual que esta señora, ya está tardando.

–Muñeca, Roberta puede quedarse, si está aquí es porque tu padre le importa al menos un poquito –le guiña un ojo de forma disimulada a Alma–. pero usted ya ha escuchado a mi hija, no es de su agrado y la incómoda. Por favor, retírese.

–¿Desde cuando tienes modales, Blanca?

–Contigo los perdería fácilmente, pero aquí está mi hija, y tengo que estar bien por ella. Retírate.

–¿A qué le teme, señora? –habla Roberta, ignorando la mirada de súplica de Christopher–, ¿a que le pueda quitar a Dulce?

–Ya ha tenido muchas malas noticias estas últimas horas, no quiero que venga alguien del pasado a seguir alterándola más.

Solo una cicatriz © - FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora