CAP 21

606 64 14
                                    

Raro era conducir un auto con vidrios rotos y capó chocado, pero aún más extraño resultaba el echo de que no le doliera el corte que tenía a la altura de su frente. Seguro iba a necesitar un par de puntos, puesto que, al momento del impacto, su cabeza había dado contra una parte de la ventana rota y estaba sangrando. Christopher llegó a probar su propia sangre mientras volvía a encender el motor, mas no se asustó ni se apresuró por llegar a un hospital.

El portero de su edificio le vio raro al estacionar su auto en la puerta, pero recién se atrevió a preguntar cuando lo vio pasar por su lado.

–¿Está bien, señor Von Uckerman?

–Sí, todo en orden –mintió.

Nada estaba en orden. Sentía morirse por dentro cuando su mente traía al juego la imagen de dulce al lado de alguien más, y ese dolor a la altura del pecho que se supone, es subjetivo, ni siquiera le permite respirar. Tiene un vacío enorme en el alma y un ardor intenso a la altura del estómago, además de un nudo en la garganta y un montón de lágrimas acumuladas en sus ojos amenazando con salir.

Para acabarla, había chocado uno de sus autos favoritos y tenía un corte en la frente. Pero eso parecía no importarle, puesto que el dolor de ver a Dulce con alguien más había ensordecido el del corte.

–Creo que tiene que ir al hospital, está sangrando mucho –gritó el portero consiguiendo que Chris se frenara en la puerta del ascensor.

–No es para tanto.

Miró su reflejo en el vidrio de la pared y cayó en cuenta de lo que estaba pasando. Sangraba, y mucho.

Sabía poco de medicina, pero lo suficiente como para saber que se trataba de un corte profundo, que iba a necesitar de una buena sutura. Es más, en otro momento hasta a lo mejor se hubiese desmayado al ver su propia sangre, empero, el recuerdo de ese "cariño" de Dulce le tenía medio atontado.

Lo invadió una necesidad por subir a abrir una botella de cerveza, pues incluso si la herida empeoraba no importaría. A fin de cuentas, ya le había quedado claro que ella estaba rehaciendo su vida, y el pensamiento de haber preferido que el choque fuese más fuerte para morir le llegó con fuerza.

–Iré a la enfermería del edificio, gracias –suspiró antes de darse media vuelta para bajar al sótano.

Mientras bajaba las escaleras recordó la risa de Dulce al hablar de lo innecesario que era tener una enfermería en el edificio, pues el lugar siempre permanecía vacío. Se detuvo un rato para disfrutar del sonido de la carcajada de su ex, ese que, además, ya no volvería a escuchar jamás; golpeó el piso fuerte cuando se sintió atacado por una punzada en el pecho, y el ruido le fue devuelto en forma de eco.

En efecto, el ambiente estaba vacío. Tan vacío como su alma y como quizá, se vería su vida de aquí a algunos años.

Tras haber recibido atención por parte de la enfermera, Christopher subió a encerrarse a su departamento que todavía parecía conservar el olor de su ex pelirroja. Creyendo estar volviéndose loco, corrió a extraer del minibar unas cuantas latas de cerveza. Se sentó en el sofá, encendió el equipo de sonido para poner música triste y levantó la lata, dispuesto a brindar.

Brindaba por ella, por su nuevo amor, por lo cobarde que había sido él y por la vida de mierda que tenía ahora.

----------------***----------------

Vio con un nudo en la garganta como, luego de verle de la mano de alguien más y tras escuchar un "Cariño" exagerado, Christopher giraba en su propio sitio para subirse al auto. Fue presa entonces de unas ganas incontrolables de correr hacia él, abrazarle fuerte y olvidarse un rato del mundo; no obstante, a su mente esos deseos del corazón le parecieron patéticos.

Solo una cicatriz © - FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora