CAP 14

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A estos eventos extraños se les suele asociar con las casualidades de la vida. No siempre persigues a un perro loco, ni te cruzas con una chica que abraza árboles, ni lloras en el pecho de un desconocido. Es improbable que sucedan estas cosas, puesto que desde pequeño aprendes a que solo pasan en películas o series románticas de mucho drama. La realidad de los mortales no es tan interesante, así que cuando pasa de verdad, no sabes cómo reaccionar.

Dulce observa su entorno decepcionada consigo misma, se ha mostrado vulnerable y su orgullo está herido. Christopher quiere procesar que su camisa está mojada, y no porque a la bella pelirroja que tiene en frente se le volteó un vaso de café, si no porque acaba de desahogarse en su pecho.

El cliché del café derramado se hubiese enfrentado más rápido. La chica guapa pide perdón, el chico afectado le regala una sonrisa de ensueño, ambos sienten cosquillitas en el estómago como primer síntoma de la atracción. Luego, él el le hace conversación, le pide el número o le dice que para arreglar lo ocurrido le invita a una cita.

Primera cita, segunda cita, enamoramiento, un poquito de drama y bla, bla, bla.

Pero no, señores. A Christopher Von Uckermann le toca encarar a una mujer visiblemente destrozada e impulsiva. Cree que también un poco loca, sin embargo, no está seguro.

Y a Dulce maría le toca afrontar su pequeño "desliz emocional". Mira avergonzada la camisa del hombre guapo, por cierto. Se da un golpe mental por no saber controlarse, por no pensar y por verse como una mártir del sufrimiento. Quiere huir, ya que, gracias al cielo, se trata de un desconocido que espera no ver jamás.

¿algo tenía que salir bien, ¿no?

Lamentablemente, una partícula de lo que le hace ser "una chica impulsiva" falla. Su mente le grita que se dé la vuelta y no puede. El hombre que tiene en frente tiene un magnetismo muy difícil de evitar.

«Estás actuando como una estúpida, Dulce María». Su mente le grita, puesto que siempre sabe como reaccionar, y hoy no.

Estrellita es la encargada de solucionar el tenso momento. Se impulsa con sus patitas traseras para saltar hacia la pelirroja, que se tambalea un poquito ante tal fuerza.

Chris espabila rápido y corre a tomar al perro sin ningún tipo de delicadeza. Como puede ayuda a que Dul se estabilice, y cree que está actuando como un adolescente imbécil. Porque le sonríe.

–Lo siento –logra hablar–, es un perro muy malcriado. ¿Te hizo daño?

Dulce ríe y a Chris le parece que es la risa más bonita del mundo.

No es de pensar mucho en sus cambios de humor y gestos impulsivos, sin embargo, lo hace. ¿por qué se ríe?

–No pasa nada –como para ganar tiempo, devuelve un mechón rebelde de su cabello rojo.

Las patitas de Estrellita estaban sucias por el camino tan largo que trotó, así que el cárdigan de Dulce está manchado. Como todo caballero, saca un pañuelo de su bolcillo y se acerca.

–Te ensució con un poco de barro ¿puedo?

Espera el asentimiento para retirar los restos con un cuidado que podría parecer exagerado. A Dulce la cercanía le pone nerviosa, y no sabe por qué. Su sistema nervioso colapsa cuando el aparato olfatorio envía una señal extraña, Chris huele a madera, a... no sabe que es, pero le gusta.

Él se aleja, ella le agradece moviendo la cabeza. No suele reaccionar así, y prefiere justificar su actuar tan estúpido en el arranque de hace un rato.

Sus ojos viajan hacia el pecho del hombre guapo, ya no hay rastros de lágrimas, pero recuerda que lloró. Y tiene ganas de echarse a llorar otra vez.

Está susceptible debido a los sucesos que antecedieron al encuentro. Un poquito frágil, solo un poquito.

Solo una cicatriz © - FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora