23. Mudándose juntos

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¡Hola! ¿Cómo estás? Espero que bien.

Hacía rato que me interesaba trabajar con este concepto, pero a diferencia de los adultos me decanté por los adolescentes, porque lo cierto es que, considerando como los veo a ambos, me parecía que no se mudaron juntos a la primera. Más aun que me baso más por el pequeño detalle que, en el juego IE3 si vamos a la habitación de Hiroto este tiene la cama deshecha, cajas por doquier y el telescopio ahí tomando la siesta.

Bueno, espero que te guste como lo he desarrollado, no te retengo más, ¡Disfruta!

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En Sun Garden parecía haber cierto código con respecto a compartir las habitaciones. Al menos hasta que entraban en la adolescencia podían dormir de manera mixta o como se les plazca, pero una vez crecían incluso los compañeros escaseaban, porque pasaban de 6 a 4, y de 4 a 2. Raros eran los casos donde una persona tenía habitación propia, y era más que nada por no tener compañero.

Como era el caso de Kiyama Hiroto, campeón del mundial y solitario rarito de las constelaciones. Aunque no por mucho, porque finalmente había convencido a su nuevo mejor amigo Midorikawa, tras mucho insistir y aprovechándose de que se había peleado con Hiromu, para que se mudase con él.

Y el chico había aceptado encantado de la vida, dado que Kiyama le había descrito que tenía una ventana grande que daba directo a la entrada del recinto, así que eso significaba mucha luz solar que era buena para la salud. Aparte de mejor vista, que estaba harto de que la pequeña ventana del cuarto propio nomás diese al basurero que no estaba muy lejos del orfanato.

Pero lo que no se esperaba Midorikawa Ryuuji en sus catorce años de vida era descubrir que el basurero lo tenía ahí mismo frente suyo, en su nueva habitación compartida donde su amigo petirrojo lo recibía desde la cama leyendo una revista que él catalogaba para nerds. —Midorikawa, bienvenido.

. — ¿¡VIVES ASÍ!?

Todo ser que conoce a Midorikawa sabe que éste no es un dejado. Adoraba el orden, las reglas (sus propias reglas, no las impuestas), la limpieza y la armonía. Y lo que tenía enfrente no era nada de eso. Era un chiquero que incluso un cerdo tendría la dignidad suficiente para rehusarse a vivir en el.

Había muchas cosas en el piso, y solo pudo identificar (de bastantes cosas) ropa, cajas abiertas de quien sabe qué y mucha pero mucha mugre. La ventana estaba cerrada y encima sin cortina, dándole un aspecto rancio al marco de madera que sostenía la estructura y ni hablar de las paredes. A veces uno tenía que convivir con la humedad, ¿Pero con partes rotas? No, gracias.

Los muebles no estaban mejores, e incluso hizo una mueca de asco al ver de la mesita de luz del pelirrojo salían unos calzones con estampado de estrellitas. Y dicha mueca el anfitrión no la pasó por alto. — ¿Todo bien? ¡Ponte cómodo! —. Exclamó en su actitud bonachona.

. — ¿¡Cómo puedes estar cómodo!? —. Miró para todos lados de la circunferencia cuadrada sin soltar sus bolsos, porque lo cierto es que ni la planta de sus pies quería tocar ese suelo. — ¿¡Y mi cama!?

. — Oh, es verdad. Casi me olvido—. Y reía siendo despistado, levantándose de la cama yendo al otro extremo para empezar a quitar un montón de cosas y tirarlas al suelo, revelando tras más desastre que había una camita ahí misma asfixiada por la suciedad. — Ta-da~

. — ¡Nada de "ta-da~", Hiroto! ¿¡Puedes explicarme por qué vives en estas condiciones!?

El pelirrojo se rascó la nuca sin entender. — ¿Qué tiene de malo?

Honey HoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora