-Me voy contigo. -sentenció Alice, cuando Elle le contó sus intenciones de ir a ver a Nyx. -Tengo cuatro cosas que decirle a ese gilipollas.
-Ni hablar. -respondieron a la vez Milly y Helen, agarrando a la joven morena cada una de un brazo.
-Vamos, Alice, le matarás como le veas. -aseguró Helen.
-¿Acaso no lo merece?
-¡Sí, pero sólo empeoraría todo! -sentenció Milly. - ¡Así que tú aquí, quietecita!
No tenía sentido ni utilidad negarse. Sabía que tenían razón, y que en el momento en que se echase a la cara a ese impresentable, le mataría de la forma más lenta y dolorosa posible, asegurándose de que cada minuto fuese peor que el anterior. Y, precisamente por eso, ella nunca le vería.
Apoyado en un rincón de la sala, Sam carraspeó.
-Esto es algo que sólo Elle puede hacer, pero no me fío ese tío, así que iré con ella.
Elle fue a protestar, pero él la calló con un gesto.
-No, no intervendré directamente. Estaré cerca, pero oculto, por si necesitas algo. A estas alturas, todos sabemos que ese tío no es normal, y no me fío un pelo de él.
La Tejedora tuvo que aceptar que Sam llevaba razón. Viendo lo que había visto en la rigurosa investigación que Sam llevó a cabo, el tal Nyx no era ni de fiar, ni, seguramente, humano. Cerró los ojos, sopesando pros y contras de no acudir sola a aquella visita, y llegó a la conclusión de que, por si acaso, mejor no estar completamente sola.
-De acuerdo, Sam. Pero, por favor, no trates tú también de matarlo.
Sam se encogió de hombros, dando a entender que, al menos, lo intentaría. Elle tuvo que conformarse con aquella respuesta.
Comenzaba a caer el sol cuando Sam y Elle se encaminaron hacia las afueras de la ciudad, en un taxi que les dejó a unos minutos de la única casa que se percibía alrededor. Sam pagó la carrera, mientras Elle miraba entorno a ellos. Sam se detuvo a su lado, apretando los puños.
-No debería haberte dejado venir, Sam.
Él negó, conteniéndose.
-Estaré bien. Sólo espero que ese cerdo no se atreva a mirarte siquiera de forma inadecuada.
Se encaminaron hacia la entrada, provista de una enorme cancela negra, y sendos matorrales lo bastante altos como para esconder a Sam tras ellos. El hombre se despidió de ella con un guiño, procediendo a colarse en la finca por su cuenta.
Elle, mientras tanto, llamó al portero asido al murete que sostenía la enorme verja negra.
Nadie respondió, pero tardó poco en escucharse un "clic", seguido del chirrido de la cancela abriéndose. La joven respiró profundamente, mientras sus pasos resonaban contra la gravilla del camino que conducía a aquella elegantísima y extremadamente lujosa mansión de dos pisos, de paredes negras con embellecedores metalizados. Llegó hasta la puerta de roble negro, y llamó al timbre.
Minutos después, una hermosa joven, de largo cabello negro y ojos oscuros le sonreía, asomando tras la puerta.
-Bonsoir, mademoiselle. -saludó Elle. - Pourrais je voir Monsieur Nyx?
La joven morena pareció gratamente sorprendida por su francés, pese al claro acento que emanaba.
-Ah, bien sûr -respondió, apartándose para permitirle el paso. - S'il te plait.
Elle le dedicó una leve sonrisa agradecida. La joven le indicó que esperase un momento en el hall, tras ofrecerle una bebida que rechazó. Luego, desapareció escaleras arriba.
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Cuentos de la Tejedora de Destinos
RandomCuenta una antigua leyenda que todos estamos unidos a nuestra persona destinada a través de un hilo rojo. Es una leyenda que se repite, a lo largo del tiempo y las civilizaciones, pero de la cual nadie sabe su origen. Aunque Elle siempre creyó en el...