Clover's Decision.

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De vuelta en casa, encontraron una grata sorpresa. Sentada a la mesa, con unos vaqueros y una camiseta de media manga, y su largo cabello recogido en una cola alta, Clover les sonrió ampliamente, mientras sus labios dibujaban un "bienvenidos".

Ambos sonrieron, y Sam tardó menos de medio minuto en acudir a abrazarla. Elle alabó interiormente la fortaleza de la joven, antes de marchar a la cocina, donde suponía que encontraría a alguna de las chicas.

Era Milly quien, esa noche, estaba a cargo de los fogones.

-¡Hola, Elle! -saludó, mientras bajaba el fuego de la vitrocerámica para reposar el sofrito. -¿Ha ido todo bien?

La joven asintió.

-¿Dónde están Helen y Alice? Necesito hablar con vosotras.

-Helen no tardará en volver del trabajo, y Alice me ha hecho el favor de ir al 24 horas a por queso, que se me había acabado.

Se percató de que la cocina olía asombrosamente bien, y de la exquisita pinta que tenía el pollo que reposaba en el horno.

-Eres una caja de sorpresas.

Milly rió, negando.

-Sólo se me da bien cocinar. Solía pensar que, algún día, cocinaría para mi marido y mis hijos. Y aquí estoy, cocinando para mis hermanas.

Elle sonrió, mientras desviaba la vista a su dedo anular de la mano derecha. Lo que vio la dejó tremendamente sorprendida.

De aquel fino y rosado dedo anular salían varios Hilos. No eran rojos, como acostumbraba a ver, sino de un verde esmeralda brillante, vívido. Hizo memoria, y estaba segura de que nunca había visto nada como aquello. Observó que aquellos cuatro hilos se movían, dos de ellos, al ritmo de los pasos en el salón de Sam y Clover. Elle pestañeó, tratando de comprender. Siguió aquellos dos hilos hasta su origen, y, efectivamente, acababan en Sam y Clover.

Pero no unidos a su dedo anular, sino en el dedo corazón.

Para cualquier persona que conociese un poco a Milly, aquel lazo tenía una sencilla explicación: no tenía una persona destinada, una forma de amar convencional. Milly amaba a sus hermanas y a todo el que las hiciera felices.

Milly era el Lazo que unía a las que, un día, fueron las cuatro Clovers.

Se preguntó cómo era posible que no lo hubiese visto antes, era algo tan llamativo, tan obvio...¿Sería que sus poderes se iban desarrollando poco a poco, o era que, simplemente, había estado tan pendiente de Clover y Alice, que no había prestado atención al hilo de la más pequeña de las LaRoux?

Sea como fuere, Elle respiró, tranquila. Al menos una de ellas había encontrado la verdadera felicidad.

Minutos después, como Milly había vaticinado, Alice apareció por la cocina, con sendos paquetes de queso rallado.

-¿Cómo ha ido? -preguntó. Elle le dijo que prefería esperar a que estuviesen las tres.

Sam asomó la cabeza por la cocina.

-Helen acaba de llamarme. Dice que le han pedido horas extra, y no llegará a cenar.

Milly y Alice miraron entonces a Elle, que asintió. Procedió a relatarles el encuentro con Nyx y el trato al que habían llegado. La expresión de Alice, cargada de ira, asustó a Milly y Elle.

-Me da igual que cumpla. No quiero que ese cerdo sea feliz nunca. No lo merece.

-Alice...-empezó Milly, pero la joven morena la silenció con una mirada.

-No, Milly. Clover está así por su culpa. Ha pasado cuatro años encerrada, CUATRO. -recalcó, iracunda.- ¿Y ahora este va a venir, a hacer las paces, y encima irse asegurándose de ser feliz con la tal Mary? ¡Mis cojones!

Un suave toque hizo que Alice se girase. Clover la miró, negando. Alice, Milly y Elle palidecieron.

La joven sacó su móvil, y escribió:

"Creo que en esto soy la única con derecho a decidir, Alice. Y quiero que venga."

Elle respiró hondo. Alice apretó el puño, tratando de contenerse. Milly apagó el fuego y se acercó a Clover.

-¿Estás segura...? Puede ser muy, muy doloroso...

Clover asintió, decidida.

"Lo será. Pero Elle y Sam tienen razón. No puedo seguir así. Aunque me cueste, aunque me duela, tengo que hacer un esfuerzo consciente por pasar página. Ya he pasado suficiente tiempo encerrada."

Los ojos de Milly y Alice se llenaron de lágrimas ante aquellas palabras. Clover las abrazó a ambas. Elle, desde la nevera, sonrió levemente.

Cuando Helen volvió, dos horas después de cenar, la pusieron al corriente. Se negaba a dejar la casa y dejar a Clover sola con Nyx, pero Sam, pícaro por naturaleza, le ofreció salir a cenar juntos y luego de fiesta, aprovechando que tenía dos días de descanso. Y a Sam, Helen no podía negarle nada.

Al día siguiente, mientras que todos estaban hechos un manojo de nervios, Clover parecía la única completamente tranquila. El día transcurrió entre constantes idas y venidas, preguntas acerca de su seguridad respecto a la visita de Nyx, y respuestas calmadas de ella, dejando claro que estaba bien, y segura de lo que hacía.

Conforme la noche se fue acercando, Sam, Alice, Milly y Helen dejaron la casa. Elle fue la única que quedó allí, junto a Clover. Sólo cuando estuvieron a solas, Clover tomó la mano de la Tejedora, que la miró, sorprendida.

"Tengo miedo", confesó. "Temo no ser capaz de decirle nada. Le amo, Elle. Y no sé cómo decirle que, pese a eso...me destroza todo lo que me ha hecho.", escribió.

Elle, emocionada, abrazó a la muchacha.

-Todo irá bien, Clover. Sólo debes ser sincera. Sé que cuesta, y que admitir todo eso que has tragado hasta ahora será duro, y horriblemente doloroso. Pero, a la larga...es lo mejor para ti. Y los dos lo sabéis.

Clover permaneció abrazada a ella, hasta que el timbre sonó, a la par que la alarma de las diez del reloj. Sólo entonces, se separó de ella. La Tejedora se levantó.

-¿Estás lista?

Clover respiró hondo, silenciosamente, antes de asentir. Elle se dirigió a la puerta, abriendo lentamente. 

Cuentos de la Tejedora de DestinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora