Dancers In The Dark

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- Este es mi error.-

Y fue en ese entonces que con firmeza lo besó para demostrar lo que sentía por él. Los ojos del ligeramente más alto oji-verde se abrieron en sorpresa. Y fue una completa revelación para ambos sentir los labios del otro, una mezcla del sabor de la nicotina y panqueques que sorpresivamente combinaba a la perfección. Greed por fin lograba sentirse amado por una vez en su vida, mientras que Oncie sintió el cariño mútuo, pero a la vez la pena de el contrario.

Y así como todo, el efímero contacto terminó, con ambos viéndose a la cara sonrojados y con ojos llorosos.

- Oncie...- Pronunció el nombre contrario para quedarse callado, cabizbajo sin decir palabra alguna, seguía sin entenderlo, su corazón estaba dividido en dos, no podía negar que probablemente lo que sentía por él era algo más allá de un gran aprecio pero... ¿merecía ser amado realmente?

Había hecho tantas cosas malas en su vida, y a el joven que estaba parado frente suyo era el mejor ejemplo del daño que podía llegar a hacer.

Intentaba no romper su semblante serio e imponente, pero la verdad era que esa imagen de él había muerto hace mucho para Once-ler, reemplazada por una de alguien que si bien, se había equivocado muchas veces, seguía siendo humano por dentro.

- Lo siento.-

- ¿Por qué?- Preguntó el oji-azul aún con los pedazos de su corazón en la mano, esperando una respuesta concreta a su accidental confesión.

Greed, sin saber qué hacer dejó caerse en los brazos contrarios que lo recibieron torpemente haciendo que ambos cayeran al césped.

Y Oncie rió ya en el suelo y siendo aplastado por el abrazo del inconsolable empresario que se aferraba a él y a su mirada.

- Tengo miedo.- Finalmente confesó el de ropajes verdes en un pequeño susurro audible solamente para los dos, abriendo poco a poco sus sentimientos ante el otro de forma claramente tímida y nerviosa. Y la mirada que ahora le dirigían al otro lo explicaba todo.

El de camisa antes blanca se levantó, invitando al contrario a que hiciera lo mismo, y una vez a la misma altura, se limpió la ropa y le ofreció la mano en algo que pensaba podía calmarlo un poco.

- ¿Bailamos?- Y una vez más, su querido Oncie se llevaba el premio a la persona más misteriosa del planeta.

- ¿Aquí? ¿Ahora? ¿Y sin música?- Y rodando los ojos y con una sonrisa divertida le tomó de la mano que por primera vez estaba sin sus guantes.

Y al notarlo, tomó su tiempo para apreciar el tacto de la misma, sus suaves manos que parecieran nunca haber sido tocado por otras en su vida, eran suaves y encajaban a la perfección con las suyas. Con delicadeza, Once guió al de tirantes para que se colocaran en la posición correcta, como si fuera un baile elegante de salón.

- Así siempre iremos al ritmo.- Cerró sus ojos, suspirando profundamente, apreciando el pequeño baile que ahora ambos armaban de manera torpe e improvisada.

Se pisaron un par de veces, rieron un par de veces, y sus corazones latieron juntos.

Y el antes baile se convirtió en un abrazo suave, con el silencio como aliado.

- No me lastimes.- Le susurró Greed a Once, con el tono triste en su voz ligeramente ronca.

- Jamás.- Acarició el pelo contrario.

Y permanecieron allí un buen rato, en el piso, ensuciando sus camisas blancas y arrugadas.

Tan sólo eran dos jovenes que estaban aprendiendo a amarse el uno al otro, e incluso a sí mismos.

Y por primera vez en mucho tiempo, Greed aceptó, con el corazón hecho trizas que él mismo había pegado, lo que alguien le daba incondicionalmente sin esperar nada a cambio.

Un amor tan puro, al cual no le importaba el dinero, ni la fama, ni siquiera la grandeza.

Un amor... que nunca buscó, ni esperó, pero que recibía ahora en forma de pequeñas caricias en su cara llena de lágrimas que eran limpiadas por las manos frías del oji-azul.

Y aunque no evitaban preocuparse de lo que vendría en el mañana, ni de la familia de Greed, ni de la destrucción de la naturaleza a su alrededor... querían quedarse así, solo un poco más... lo suficiente para que ambos se convencieran de que esto no era un simple sueño.

Ahora tenían una meta en común, y era amarse felizmente, pero primero: había que deshacerse de todo lo demás.

Up To No Good - Oncest. [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora